ISSN 2605-2318

Entrevistas

Enrique Granados | Entrevista a la pianista Rosa Torres-Pardo por Ruth Prieto


03/07/2017

Esta nueva entrega de nuestros Imprescindibles del siglo XX está dedicada a Enrique Granados y lo va a presentar la pianista Rosa Torres-Pardo, gran conocedora de la música de Granados a quien ha interpretado en numerosas ocasiones por todo el mundo. La biografía de Granados que acompaña este retrato es del musicólogo Xoan M. Carreira, especialista en música desde la revolución francesa hasta nuestros días.





Enrique Granados Campiña

1867 – 1916














 




"La importancia de Granados es la autenticidad y lo genuino de su personalidad. Ser fiel a uno mismo es el mejor ejemplo para cualquier creador, además de saber encontrar un camino estético propio, acorde a su tiempo. La música de Granados aporta un "retrato" de una España que a principios del siglo XX busca inspiración en las músicas populares como reafirmación de su propia identidad"   Rosa Torres-Pardo



 



Entrevista a la pianista Rosa Torres-Pardo

por Ruth Prieto

1. Ruth Prieto: 1. ¿Cuándo escuchó por primera vez a Enrique Granados? ¿Cómo fue su descubrimiento de este compositor?

Rosa Torres-Pardo: Mis padres tenían un amigo que tocaba el piano. Se llamaba Enrique y venía de vez en cuando de visita a casa. Tenía en repertorio las "Danzas españolas" de Granados y le gustaba especialmente la danza n°10, la "Danza triste". También recuerdo haber disfrutado infinidad de veces escuchar a Alicia de Larrocha la 5° danza, "Andaluza", como bis después de sus conciertos.
 
2. R.P.: ¿Cómo definiría a Granados como compositor?

Rosa Torres-Pardo: A pesar de haber sido catalogado dentro de los "nacionalistas" junto con  I. Albéniz y Manuel de Falla,  Granados es en esencia un romántico, quizás post-romántico, o como Andrés Ruíz Tarazona lo llamó: "El último romántico".

3. R.P.: ¿Cómo era su música?

Rosa Torres-Pardo: Música escrita principalmente para piano, de melodías evocadoras y llenas de nostalgia alternadas  con un pianismo brillante y virtuoso. 

4. R.P.: ¿Cuáles son sus hitos musicales más destacables?

Rosa Torres-Pardo: 12 danzas españolas, Tonadillas para voz y piano, Escenas Románticas o Valses Poéticos y por supuesto Goyescas 

5. R.P.: ¿Qué aporta la música de Granados a la música contemporánea del siglo XX?

Rosa Torres-Pardo: La importancia de la música de Granados es la autenticidad y lo genuino de su personalidad. Ser fiel a uno mismo es el mejor ejemplo para cualquier creador, además de saber encontrar un camino estético propio acorde a su tiempo. La música de Granados aporta un "retrato" de una España que a principios del siglo XX busca inspiración en  las músicas populares como reafirmación de su propia identidad.

6. R.P.: ¿Por qué nos recomendaría a Granados como compositor imprescindible del siglo XX?

Rosa Torres-Pardo: Porque es un compositor muy reconocido y apreciado por el público, porque forma parte de nuestra historia y cultura reciente. Conocerlo nos ayuda a saber mejor quiénes somos.
 
Ruth Prieto


 



 
Rosa Torres-Pardo es una de las más renombradas pianistas españolas. Obtuvo el Premio Extraordinario Fin de carrera en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Tras estudiar en España con Joaquín Soriano y Gloria Olaya, amplió sus estudios con María Curcio en Londres, Adele Marcus en Juilliard School of Music en Nueva York y Hans Graff en Viena.
Premio Masterplayers International Piano Competition en Lugano (Suiza) y medalla Isaac Albéniz por la interpretación y difusión de Iberia (galardón que recibió junto a Alicia de Larrocha), debutó en el Teatro Real de Madrid en 1987 con la orquesta alemana Philharmonia Hungarica bajo la batuta de Jean-Bernard Pommier, interpretando el Tercer concierto de Prokofiev.
A partir de entonces ha aparecido en los más importantes escenarios junto a prestigiosas orquestas, como Los Angeles Philharmonic en Hollywood Bowl, Royal Philharmonic de Londres, Orchestre Symphonique de Montréal, Philharmonisches Staatsorchester Hamburg, St. Petersburg Philharmonic, Rundfunk-Sinfonieorchester Berlin o los Virtuosos de Moscú. Ha trabajado con directores tan reconocidos como Charles Dutoit, Vladimir Spivakov, Tamás Vásáry, José Serebrier, Yuri Temirkanov o Jean Fournet, apareciendo en salas y teatros como el Carnegie Hall y Alice Tully Hall de Nueva York, Kennedy Center de Washington, Wigmore Hall de Londres, Konzerthaus de Berlín, Musikhalle de Hamburgo, Teatro Colón de Buenos Aires, Hong Kong City Hall, Sala de las Columnas de Moscú, etc. Asimismo, ha realizado actuaciones con Plácido Domingo en Estados Unidos y conciertos en España con las más importantes orquestas del país. Igualmente ha realizado giras de conciertos en América, Australia, Asia y Europa. Ha colaborado con grupos de cámara como los cuartetos Melos, Assai, Janáček y Bretón y con cantantes como María Bayo, Marina Pardo o Isabel Rey.
Rosa Torres-Pardo ha grabado para Deutsche Grammophon, Decca, Calando, Naxos o Glossa. Destacan entre sus grabaciones, Ballets Rusos (Prokofiev y Stravinsky), Concierto Breve de Montsalvatge y Rapsodia de Albéniz junto a la Orquesta Sinfónica de Tenerife, Concierto de Nin Culmell con la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla o el Concierto nº 3 de Balada con la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya. Recientemente ha presentado su nuevo CD Goyescas, editado con Deutsche Grammophon, con motivo de la conmemoración del centenario de Enrique Granados. Destaca también Tangos, habaneras y otras milongas para Deutsche Grammophon, Las horas vacías de Ricardo Llorca con la New York Opera Society y los Quintetos de Antonio Soler para Columna Música.
En los últimos años, Rosa Torres-Pardo ha colaborado en diversos proyectos interdisciplinares, como el documental Lorca: Así que pasen 100 años, codirigida por Javier Rioyo y José Luis López-Linares en 1998; la película musical Iberia, de Carlos Saura (2004); la Suite Albéniz que Luis G. Montero escribió para ella y estrenó junto a José Luis Gómez en el Teatro Español en 2010; Albéniz, El Color de la Música de José Luis López-Linares o La vida rima, junto a Ana Belén (2012). Recientemente ha estrenado Una rosa para Soler, documental sobre Antonio Soler dirigido por Arantxa Aguirre. Después de su estreno en Japón y España, el pasado mes de octubre presentó la película en el Lincoln Center de Nueva York, en la Sala Paul Hall de Juilliard School, con gran éxito de público. Actualmente, está trabajando en la realización de un nuevo documental sobre Enrique Granados.
En julio de 2015 estrenó junto a la JORCAM la batucada sinfónica Borderline (al límite) de Ricardo Llorca en el Festival de San Lorenzo de El Escorial y el pasado mes de abril interpretó el Capricho de Stravinsky junto a la ORCAM en el Auditorio Nacional. Desde 2011, Rosa Torres-Pardo es artista residente en The New York Opera Society.


 



 

Artículos

 


Celebrando a Enrique Granados 
Enrique Granados. Música interrumpida


por Rosa Torres-Pardo
 
A menudo pienso en toda la información que una obra puede contener sobre su autor. Como un mapa, una obra puede indicar el origen o la época en que vivió su compositor. Para interpretarla bien sería suficiente analizarla y entenderla. Sin embargo, al leer las cartas y biografías, o profundizar en el momento histórico y cultural en que se desarrolla, se produce una fascinación por el compositor, que acaba por enriquecer y dar más sentido a una interpretación.

Hace poco volví al Museo del Prado. En una de las salas me encontré con Las majas de Goya y a su lado, el Duque de Alba de pie, con una partitura en las manos apoyado sobre un pianoforte. En otras estancias estaban La gallina ciega, El Pelele y otros cuadros con escenas de majos y majas bailando bajo el sol del Madrid de Goya. Por un momento no sabía si mi emoción era por tener ante mis ojos esas magníficas pinturas, o por la conexión que encontré entre Goya, Granados y el Padre Soler. Entonces recordé la escena que el sabio de la música Andrés Ruiz Tarazona, describió en el documental de Arantxa Aguirre, “Una rosa para Soler", donde Boccherini tocaba el cello, Padre Soler el clave, el Infante don Gabriel el primer violín y el Duque de Alba el segundo violín.

Tarazona contaba también, que Padre Soler en su celda del monasterio de El Escorial, recibía muy a menudo visitas de músicos y grandes artistas. Imaginé a Goya visitando a Soler para tocar la guitarra y hablar con su amigo sobre el arte y la vida. Después, imaginé a Granados visitando esas mismas pinturas de Goya del Museo del Prado que tanto le impresionaron y que en aquel momento yo tenía la suerte de admirar también, poco más de cien años después. Entendí la fascinación del compositor por ese mundo recreado por Goya cuando compuso Goyescas o Los majos enamorados y sus Tonadillas.

Buscando en el mapa de su música y vida, me surge la pregunta: ¿Cómo conjugar tantas y diversas influencias como recibió Granados?: La del pianismo romántico de Chopin, Schubert, Schumann, Listz; la de la ópera italiana o la zarzuela hasta entonces protagonistas de los teatros en España; Wagner con sus Leitmotiven, sus melodías “infinitas” y sus cromatismos; o la recuperación e inspiración en las raíces de la música española, como predicó su maestro Felipe Pedrell. Todavía no conocía el París de Gabriel Fauré y Claude Debussy ni el de su gran amigo Isaac Albéniz.

No debía ser fácil decantarse por un camino u otro. Además, elegir suponía asumir una postura ideológica y Granados nunca quiso aferrarse a batallas ajenas a la creación musical. Por eso no aceptaba críticas de esa clase:

“... A mí me parece que el arte no tiene nada que ver con la política… Esto me ha causado algunos disgustos, llegando a recibir desprecios y anónimos en que se me acusa de escribir danzas ¡andaluzas! …Yo me considero tan catalán como el que más, pero en música quiero expresar lo que siento, lo que admiro y lo que me parezca bien, sea andaluz o chino...”
 
Granados escribió su primera gran ópera, "Maria del Carmen", que se estrenó en el teatro Parish de Madrid. Acusada de wagneriana por la prensa al seguir esa tendencia en la que orquesta y canto es un todo, -nada que ver con el género chico donde prima la melodía sobre un acompañamiento- un crítico en Madrid reproducía los comentarios de dos señores en el patio de butacas: “¡es que no hay ni dúo ni romanza, vamos hombre, esto es wagnerismo, pues que se vaya al Teatro Real!"
Sin embargo, en Barcelona se creó en 1901 una de las primeras sociedades wagnerianas, a pesar de que para los más conservadores, todo aquel que siguiera esa estética sería acusado de “wagnerismo", actividad considerada propia de “progresistas e intelectuales”.
Granados entendía las artes como una unidad indisoluble, en alemán “Gesamkunstarbeit”, algo así como “Obra de arte total”, propio del pensamiento wagneriano y del modernismo. Como artista de su tiempo y contemporáneo de creadores como Sorolla,  Rusiñol, Casas, Zuloaga,  Regoyos o Gaudí, Granados no entendía la música sin las demás artes. El mismo escribía poesía y dibujaba.

En consonancia con este movimiento escribió óperas en catalán con el poeta, escritor y músico Apel.les Mestres; entre ellas Petrarca, Picarol, Follet, Gaziel, Liliana, apenas conocidas a pesar de haber sido algunas de ellas representadas más de cien veces en Barcelona. Años después, escribiría un poema sinfónico, Dante, estrenado en Chicago por una gran orquesta en 1916, solo unos días antes del estreno de Goyescas en Nueva York por el que obtuvo un éxito rotundo según la prensa de aquella ciudad.

No obstante, quien marcó el rumbo con más fuerza fue el maestro Felipe Pedrell. Como representante de la Renaixença Catalana, escribió el manifiesto “Por nuestra música”, que fue referencia para muchos compositores en búsqueda de un camino estético cuyo punto de partida para la creación se apoyaría en la música popular y el folclore español, aunque abierto también a la música europea. Muchos de aquellos compositores fueron alumnos suyos, como Isaac Albéniz, Enrique Granados, Joaquín Turina, Roberto Gerhard, Ricardo Morera y Manuel de Falla. A pesar de ser un movimiento acorde con algunos aspectos wagnerianos y modernistas, fue clasificado después como Nacionalismo.

Una de las primeras obras de Granados que obtuvieron mayor reconocimiento no solo en España, sino en el extranjero, fueron sus 12 Danzas españolas. Albéniz, según contaba su hijo Alfonso, las tenía siempre sobre el piano y cuando escribió Iberia, decidió distribuir las piezas del mismo modo que hizo Granados con sus danzas; 12 impresiones repartidas en cuatro cuadernos de tres piezas cada uno.

En el año 2009, centenario de la muerte de Albéniz, fui invitada a tocar Iberia en Cambó les Bains, delante de algunas autoridades locales y de Cécilia Sarkozy, de soltera Cécilia Marie Ciganer Albéniz, biznieta del compositor. El día después del concierto, visité la casa donde Albéniz vivió sus últimas semanas. Pensé en el último encuentro que tuvo lugar en aquella casa entre Albéniz y Granados en los últimos días de vida del primero. Cuando Granados supo de la gravedad de la enfermedad de su amigo, acudió de inmediato a visitarle. Albéniz, en esta ocasión no le pediría noticias sobre “la ingrata morena” -así era como llamaba a España-  y la despedida sería triste y desoladora.

Granados terminó Azulejos, a petición de Rosina Jordana, viuda del compositor.  La obra quedó interrumpida por la muerte de Albéniz. Ambos compositores tenían mucho en común;  en parte autodidactas, grandes pianistas, nacidos en Cataluña y cosmopolitas. Ambos, fueron fieles a los consejos de su maestro Pedrell.

Si con Valses Poéticos o Escenas Románticas, emerge el Granados romántico en una clara inspiración en Chopin y Schumann, donde compone una música perfecta para el piano, natural, brillante, profunda y genuina, es en Goyescas, donde aparece Granados con toda su idiosincrasia; donde alguna evocación a los perfumes de Iberia -que ya forman parte de su memoria sentimental, se mezclan con una jota o un fandango, con la original Serenata del espectro, o con una de las páginas más inspiradas que se conocen; la “infinita” melodía de El amor y la muerte que alterna todos los temas que componen la obra con unos cromatismos que “peligrosamente” se acercan a la disonancia. Goyescas es un mapa perfecto, que contiene el recorrido vital de Granados hasta la creación de esta fantástica obra.

Ernest Schellling, músico americano y admirador y amigo del compositor, promovió el estreno de Goyescas en versión de ópera en el Metropolitan Ópera de Nueva York. Hasta hoy, Granados ha sido el único compositor español que estrenó en este teatro. Debió ser complicado y difícil llevar una obra concebida para piano a ópera. A última hora y poco antes del estreno, tuvo que escribir más música para un cambio de decorado, y en tan solo una noche escribió el inspirado Intermezzo. Lo dedicó a Pablo Casals, quien colaboró y ayudó al compositor dirigiendo los ensayos y tocando él mismo. En un momento de nervios previos al estreno, Granados preguntó al célebre cellista si no quedaba fuera de lugar la jota que escribió en medio del Intermezzo. Casals contestó: “¿Por qué fuera de lugar? ¿No era Goya aragonés?”

El fatídico viaje de vuelta a España del matrimonio Granados durante la primera guerra mundial, fue interrumpido para siempre por un torpedo alemán en el Canal de la Mancha. Granados, entre otros proyectos futuros, traía a casa nuevas ideas para una edición definitiva de Goyescas. Pero aquel éxito obtenido en América, llevaba consigo una trágica muerte en el mar cuando todavía tenía 48 años y mucho por hacer. ¿Qué habría escrito Enrique Granados de haber regresado a salvo aquel 24 de marzo? Él mismo relató por carta a un amigo sus pensamientos y deseos, antes de realizar aquella última travesía:
 
“…por fin he visto mis sueños convertidos en realidad. Es verdad que mis cabellos están canosos y que se puede decir que es ahora cuando empiezo mi obra. Estoy lleno de confianza y entusiasmo para trabajar cada vez más y más. Estoy empezando. Soy el superviviente de la lucha sin fruto hacia la cual la ignorancia y la indiferencia de nuestro país nos ata. Toda mi felicidad actual se basa más en lo que ha de venir, que en lo hecho hasta ahora”.
 
Conocer estos hechos sí tiene importancia a la hora de acercarse al compositor y su obra, porque conocer y sentir afinidad con el autor es vivirlo, quererlo y entenderlo. Es sentirse parte de una historia cuyos protagonistas todavía vivían cuando nosotros nacimos, casi nos tocaron con la punta de los dedos, cercanos bien por una visita al Prado o tan solo por compartir problemas e historias comunes que se repiten una y otra vez.

Me viene a la cabeza el título de la biografía de Ana Arambarri sobre un reconocido director de orquesta, pianista y también intérprete de la música de Granados. Se trata de Ataúlfo Argenta, cuya carrera quedó truncada en su mejor momento. En este caso el título sería parecido, aunque llevaría otro nombre: Enrique Granados. Música interrumpida.
 
© 2017 por Rosa Torres-Pardo
 
 
 

 

Biografia de Enrique Granados

por Xoan M. Carreira, musicólogo especialista en música desde la revolución francesa hasta nuestros días.

Enrique Granados, el músico invisible
 
Enrique Granados 
(Lérida, 27 de julio de 1867; Canal de la Mancha, 24 de marzo de 1916) es la máxima figura musical del movimiento moderno español que protagoniza junto a Juan Ramón Jiménez, Ramón del Valle Inclán, Gabriel Miró, Antonio Gaudí, Ramón Casas, Santiago Rusiñol o Isidro Nonell. Pianista, compositor, gestor, docente y pintor amateur, Granados fue una figura central de la vida musical de Barcelona a partir de 1900.
 
A pesar de su frágil situación económica y su delicada salud, que limitaron su protagonismo en la vida política y cultural de Barcelona, Granados frecuentó un círculo de amistades radicales políticamente, escépticos en materia de religión, progresistas en sus proyectos educativos y con frecuencia homosexuales, lo cual es probable que molestara profundamente a Felipe Pedrell y es la causa principal de la invisibilización historiográfica de Granados, que comparte con su amigo Gabriel Miró y otras figuras ilustres de la “estética marica”.
 
La principal corriente musicológica ha alimentado la fábula de Granados como “hombre de familia, burgués consolidado, apolítico, simpatizante de la Iglesia, devoto de la perfección técnica y poseedor de una rica vida interior.” Un Granados que en lo personal y como artista era conservador, antimodernista, nacionalista, esencialista y casticista. Etiquetas todas ellas que quedan desmentidas con la simple audición de su música.
 
Miembro de una familia de larga tradición militar, Granados decidió convertirse en músico profesional y se formó como pianista con Joan Baptista Pujol (1835-1898) en Barcelona y Charles Wilfrid de Bériot (1833-1914) en París, mientras que fue autodidacta en composición a pesar de las esporádicas enseñanzas recibidas de Felipe Pedrell (1841-1922). En el verano de 1889 Granados regresa de París a Barcelona, donde estrena y publica los Valses poéticos (París: 1886-87) y las Doce danzas españolas (París: 1888-89) y participa en la fundación del Orfeó Catalá. En los años siguientes Granados reside y trabaja como pianista en Valencia y luego en Madrid, donde en 1895 oposita infructuosamente a la cátedra de piano del conservatorio. En octubre de 1895 regresa con su familia a Barcelona y se establece como pianista dando frecuentes conciertos en Barcelona y alrededores.
 
El trágico quinquenio 1895-99 coincide con la época de maduración de Enrique Granados como compositor. En este lustro tienen lugar los estrenos de sus dos primeras obras camerísticas, el Trío y el Quinteto con piano (Madrid: 15.02.1895), su debut como compositor teatral, María del Carmen (Madrid: 12.11.1898) y su primera obra orquestal, la Suite sobre cantos gallegos (Barcelona, 31.10.1899), su mejor obra sinfónica.
 
La crisis política y económica que culminó en la guerra hispano-norteamericana de 1898 afectó enormemente a las perspectivas profesionales de Granados, quien tuvo que diversificar entre Barcelona y Madrid su actividad como pianista, director y docente mientras asistía a la desaparición en 1897 de la emblemática Societat Catalana de Concerts en la que había actuado en otoño de 1895 como solista de la Symphonie sur un chant Montagnard français "Symphonie cénevole"op 25 (1886) de Vincent d'Indy y, bajo la dirección del propio autor, de la Rapsodia española opus 70 (1887) de Isaac Albéniz.
 
En otoño de 1897, Mathieu Crickboom fundó la Societat Filharmónica de Barcelona, una iniciativa dirigida a la promoción de la música de cámara en una ciudad de público esencialmente operístico; en los siete años de existencia de la SFB, Granados dio veinticinco conciertos - a menudo haciendo dúo con Pau Casals - presentando programas en los que el repertorio clásico que se estaba creando compartía honores con las novedades francesas y se daban a conocer al público las composiciones del propio Granados. Bastante más esporádicos fueron los conciertos sinfónicos como el del estreno de la Marcha de los vencidos y de la Suite sobre aires gallegos bajo la dirección de Joan Lamotte de Grignon.
 
En 1900 Granados crea la Societat de Concerts Clàssics para organizar temporadas de conciertos de suscripción de música de cámara y sinfónica. Aquí se realizan los estrenos en Cataluña de numerosas obras del repertorio del XIX y XX, y del propio Granados, tanto originales como sus propias transcripciones orquestales de El clave bien temperado, de piezas de Chopin y otras obras canónicas. En 1901 funda la Academia Granados que -influida por las novedosas ‘Escoles modernes’ catalanas, seculares y coeducacionales- se apunta a las últimas novedades en didácticas, cultivando la personalidad individual más que la disciplina, e introduciendo las ideas de Jacques Dalcroze de cultivar la sensibilidad a través del movimiento corporal. Además en la Academia se dan conferencias, novedosas series de conciertos como las de las Sonatas de Beethoven ya en 1907, etc. En esta época compone gran parte de sus obras pianísticas, de las que tienen gran éxito su Allegro de concierto (1904) y las Escenas románticas (1904), además del poema sinfónico Dante (1908) y diversas obras de teatro musical sobre textos de Apelles Mestres (1854-1936).
 
En 1908 toca por vez primera con Jacques Thibaut (1880-1953) y realiza una gira francesa con él en julio de 1909. En mayo de 1909 visita a Albéniz en su lecho de muerte en Cambó-les-Bains y recibe el encargo de completar Azulejos, la obra póstuma de Albéniz. En París se reúne con Thibaut para dos conciertos en París que obtienen un gran éxito y un jurado compuesto por Moszkowski, Rosenthal y Fauré le conceden el prestigioso Premio Diémer, para pianistas. De regreso a España estalla la revuelta de la Semana Trágica de Barcelona (26 de julio-2 de agosto) y Granados se traslada con su familia a Coruña, donde pasa el verano en compañía del violinista Juan Manén -con el cual toca en Coruña- realizando varias visitas en Pontevedra al violinista Manuel Quiroga. Es en estos momentos cuando comienza la composición de Goyescas, que se prolongará a lo largo de 1910.
 
A partir de entonces comienza la carrera internacional de Granados como pianista y compositor en Francia, Inglaterra y EEUU, que le permitió conocer de primera mano el modernismo musical, bien fuera en partitura, por contacto directo con artistas como Stravinsky, visitando exposiciones de arte o asistiendo a conciertos: así, por ejemplo, en abril de 1914 escucha a Pierre Monteux dirigiendo Le Sacré y Petrushka, que le producen una viva impresión. Granados tiene una rápida evolución hacia posiciones modernistas radicales, integrándose en la corriente simbolista alimentada desde 1914 por su íntima amistad con el gran novelista Gabriel Miró (1879-1930), activista político de los derechos civiles, ateo militante y homosexual, considerado por Ortega y Gasset como epítome de la “estética marica" (de hecho, Ortega hizo una campaña de prensa para que no se le admitiera en la Real Academia Española). Las obras clave de esta estética simbolista son Goyescas para piano (1909-10), Tonadillas (en estilo antiguo) para canto y piano (1911), Cant de les estrelles para coro, piano y órgano (1911), Elisenda para voz, piano, arpa, flauta, oboe, clarinete y cuarteto de cuerda (1910-12) y la ópera Goyescas (1914-15).
 
Durante su regreso desde Nueva York, donde había estrenado la ópera Goyescas, Granados y su esposa fallecieron en un episodio bélico en el Canal de la Mancha, frustrando lo que probablemente hubiera sido una importante carrera profesional en la época de entreguerras. La prensa internacional (francesa, inglesa y norteamericana) lamentó más esta muerte que la propia prensa española.
 
© 2017 por Xoán M. Carreira
 

 

La fotografía de Enrique Granados es de dominio público

La fotografía de Rosa Torres pardo es de Michal Novak cortesía de la pianista.

Enrique Granados es de dominio público
Más información sobre el compositor en la web de la Enciclopedia Británica Enrique Granados

Nuestro agradecimiento a la pianista Rosa Torres-Pardo, especialista en Granados, por toda su ayuda y conocimiento al servicio de la difusion del compositor Enrique Granados.

Nuestro agradecimiento al musicólogo Xoan M. Carreira que ha compartido con nosotros sus conocimientos y su profunda admiración hacia el compositor Enrique Granados. Esperamos que este perfil sirva para ayudar a difundir su obra y su figura.

Más información en la web del sello Naxos Enrique Granados

Más información en la web del Orfeó Català-Palau de la Música

Más información en la web de la pianista Rosa Torres-Pardo: Proyecto Goyescas



 



 
Xoán M.Carreira (Noia, A Coruña, 1954) es musicólogo y editor del diario digital Mundoclasico.com Ha sido editor de recensiones bibliográficas de Revista de Musicología (1989-96), coeditor de la monografía The origins of the Bolero School, colaborador en The music in Spain during Eighteenth Century; (Cambridge Un. Press) y fundador y consejero de redacción de Cairon: Revista de Ciencias de la Danza. Miembro de diversos equipos internacionales de expertos, proyectos del Consejo de Europa y de numerosas asociaciones científicas internacionales, ha participado activamente en congresos internacionales de musicología celebrados en Europa y Norteamérica.





 

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