ISSN 2605-2318

Entrevistas

Josep Maria Guix | Entrevista a Josep M Guix. «¿Alguien puede imaginarse a Arvo Pärt en el IRCAM?» Ruth Prieto para Mundo Clásico


02/01/2017

El pasado día 16 de Diciembre del 2016 el Cor Femení Scherzo, dirigidos por Jordi Casas estrenaron en el Auditori de Vila-Seca dos obras del compositor catalán Josep Maria Guix: Versa est in luctum y Pax, en un concierto que incluyó también obras de los compositores Albert Guinovart y Ramón Humet. Hemos hablado con el compositor de tradición, de modernidad, de modas, de tonalidad y atonalidad, del desinterés de los medios hacia la cultura musical.
Publiqué esta entrevista en la prestigiosa revista Mundo Clásico el martes, 13 de diciembre de 2016, y ahora os la volvemos a traer esta vez en El Compositor Habla gracias a la gentileza del editor jefe de Mundo Clásico Xoan Carreira.

 

¿Alguien puede imaginarse a Arvo Pärt en el IRCAM?

Ruth Prieto

Fecha original de la publicación en Mundo Clásico: martes, 13 de diciembre de 2016


 

 



El próximo día 16 de Diciembre el Cor Femení Scherzo, dirigidos por Jordi Casas estrenarán en el Auditori de Vila-Seca dos obras del compositor catalán Josep Maria Guix: Versa est in luctum y Pax, en un concierto que incluye también obras de los compositores Albert Guinovart y Ramón Humet. Hemos hablado con el compositor de tradición, de modernidad, de modas, de tonalidad y atonalidad, del desinterés de los medios hacia la cultura musical. Compositor, gestor y docente, Guix es un gran conocedor de la música contemporánea, a la que ha dedicado muchos años estudiándola, enseñándola, programándola y componiéndola. Crítico con el mundo de la cultura y en concreto con la política cultural, certero en sus análisis, su música está llena de poesía, detalles cuidados y un discurso propio. Es sin duda un compositor que merece la pena seguir.

Ruth Prieto. El próximo día 16 de Diciembre estrena usted dos obras: Versa est in luctum y Pax. ¿Qué puede comentarnos de estas obras?

Josep María Guix. En ambos casos se trata de composiciones breves, destinadas a un coro de voces femeninas y sobre textos en latín. La primera tiene un mayor contenido espiritual –que no religioso-, y surge bajo la influencia de uno de mis motetes preferidos, el Versa est in luctum de Alonso Lobo.
Pax, a su vez, pretende evocar una música antigua y profana, con cierto sabor ritual: deseaba huir de la deriva excesivamente extática que caracteriza algunas composiciones sobre el mismo tema, y proporcionar a la música un cierto empuje rítmico –sobre todo en la sección central. La letra proviene de un espléndido poema de Silius Italicus (Pax optima rerum), y se alterna con un conocido fragmento del Eclesiastés (Omnia tempus habent…, aquello de “Hay un momento para cada cosa…”), que, a pesar de su aparente obviedad, me fascina por su verdad y madurez –y, por la falta de referencias divinas.
Ambas obras poseen una textura marcadamente polifónica y una sencillez aparente que contiene, sin embargo, algunas paradojas: en ambas recurro al uso de la imitación, aunque ésta resulta tan cercana que produce la sensación de un delay, de un eco o reverberación que acaba originando una masa diatónica en constante evolución. A la vez, y como en buena parte de mi música, creo que provocarán esa sensación de agradable levedad al acabar la interpretación, como el despertar tras un sueño reconfortante. ¡Qué le vamos a hacer! Prefiero la insinuación sutil a la contundencia.

Josep Maria GuixP. ¿Qué hay de tradición y qué de modernidad en su música?

R. Tal vez no sea yo la persona más adecuada para responder a esta cuestión. Las dos opciones son importantes y absolutamente imprescindibles para mí, y en ningún caso, las concibo como algo contradictorio. Vivo ahora y aquí, desde luego, dispongo de agua corriente, telefonía móvil y acceso a la red, pero ante el papel en blanco los problemas que se plantean son los mismos que en la Edad Media: hay que saber cómo empezar, cómo continuar y cómo concluir una obra –por citar un conocido tratado sobre la composición de organa.
Tal como yo lo veo, la modernidad forma parte de la tradición. Es ahora, desde una visión global, cuando comprendemos mejor la verdadera dimensión de determinados clásicos: esa constante vigencia es lo que los mantiene siempre vivos. Shakespeare sigue siendo actual y, por ello, más moderno que algunos autores contemporáneos.
A mi entender, es precisamente la moda, el deseo de seguir la última tendencia, lo que, a menudo, conduce al fracaso, a la caducidad prematura. Pertenecer a una escuela o estética en concreto no garantiza nada. Diría incluso que algunas técnicas extendidas de vanguardia –la intervención del pianista en el encordado, por ejemplo- son mucho menos rompedoras, hoy por hoy, que usar exclusivamente las teclas de forma creativa. De nuevo, sólo hace falta recurrir a los Estudios para piano de Ligeti o, por viajar más atrás en el tiempo, pensar en los agregados de acordes de algunos Essercizi de Scarlatti (emulaciones de los rasgados en la guitarra). ¡Ojo! No estoy defendiendo el uso trasnochado de un sistema tonal triádico como verdad absoluta a la que es imprescindible regresar, cosa que sería igualmente estéril –hay ejemplos de ello a raudales.
A menudo, algunas personas me han comentado que debo pasar buena parte del día escuchando música contemporánea. Le presto atención, por supuesto, pero me fijo más en músicas pretéritas (de Machaut a Beethoven) o de otro signo –no me canso nunca de escuchar las canciones de The Beatles, con esos espléndidos arreglos de George Martin.
En este sentido, he ido llevando a cabo diversas relecturas de la polifonía renacentista, a pesar de que mi producción es mayoritariamente instrumental y, si alguien la escucha, puede que no encuentre el vínculo con facilidad. Algunas obras de Josquin y Brummel me han permitido observar cómo una mayor actividad rítmica conduce a pasajes de gran estatismo armónico, en los que todo se mueve pero nada avanza, al igual que un ratón corriendo dentro de una rueda giratoria. De Lassus he aprendido el crecimiento a partir de una única línea, cómo se pasa de melodía a textura, por así decir, algo que he aplicado en bastantes obras de cámara (Jardín seco o Vent del capvespre, por ejemplo). Tomás Luis de Victoria me fascina por la economía de medios para lograr una expresividad produnda y austera –su O vos omnes es paradigmático…

Para mí resulta imprescindible sentir la emoción antes de pasar a la fase compositiva. Todo ese bagaje, esa búqueda, cristalizan finalmente en una nueva obra, en la que todo acaba fusionándose. Un modelo a seguir, ajeno a la confrontación entre tradición y modernidad, es, para mí, el pintor Fernando Zóbel, artífice del maravilloso Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca.

Josep Maria GuixP. Que vivimos un momento difícil para la cultura es un hecho, pero dentro de la creación musical actual, ¿qué momento vivimos?
R. Cuando décadas atrás le preguntaban a Joan Guinjoan lo mismo, él respondía que se trataba de un verdadero “campi qui pugui” (algo así como “sálvese quien pueda”). No creo que las cosas difieran demasiado en la actualidad.
A pesar de las dificultades, el momento es fértil... Es cierto, sin embargo, que todavía falta el paso del tiempo para situar cada cosa en el lugar correspondiente.
Sigue siendo cierto, creo, que determinadas metrópolis –tanto por su actividad concertística como por las enseñanzas que en ellas se imparten- destacan como estandartes de una estética o tendencia determinada. Es distinto, digamos, estudiar en el IRCAM parisino que en el Royal College de Londres. ¿Alguien puede imaginarse a Arvo Pärt en el IRCAM?
A menudo, parece necesaria la articulación de un corpus teórico potente para defender/promocionar una música (léase serialismo, fractalidad, uso de algoritmos, teoría del caos, procesos por saturación, nueva sencillez, etc.), cuando en realidad, la música se explica por ella misma –por lo que a la calidad se refiere. ¿De veras necesitamos un tratado de fuga de escuela para captar la profundidad en las composiciones imitativas de Bach?
Puede suceder más bien que la teoría pretenda buscar un método que garantice unos resultados determinados, aunque mucho me temo que, en materia artística, esto no funciona así –de nuevo basta recordar los argumentos de Schönberg en relación a la escritura a la manera de Palestrina o Bach, o su distinción entre estilo e idea.
Digámoslo con otras palabras, el uso del método dodecafónico –como en su momento la adscripción al sistema tonal- no garantiza la calidad ni la musicalidad de los resultados. Berg seguirá con su espíritu lírico y romántico, a pesar de los materiales y métodos compositivos. En Ligeti reverberará siempre la fascinación por los artilugios mecánicos –incluso si utiliza una sola nota.
Otro tema sería la política cultural. Digamos que aquí, más allá de las complicaciones propias del oficio, hay que “luchar contra los elementos”. Es necesaria una política que favorezca la cultura –parece que ahora bajará el IVA al 10%-, una ley de mecenazgo, una reconciliación entre el cobro de derechos de autor y la jubilación merecida, una conciencia general que distinga cultura de espectáculo –no siempre coinciden-, etc. Y, por supuesto, hace falta que los políticos sean los primeros en creer en el valor de la cultura. Parece que ahora oscilamos entre la banalización y el infantilismo.
Regresemos de nuevo a Joan Guinjoan: en el estreno en el Palau de la Música Catalana, semanas atrás, de Fiat Lux, su última obra sinfónica, no había ningún representante político, ni del Ayuntamiento, ni de la Generalitat. Estamos hablando de un compositor originalísimo y sabio que, a sus 85 años y con una salud precaria, sigue siendo un referente, un clásico mediterráneo –así lo definía Josep Pons. Ésta es nuestra realidad.
P. ¿Sigue habiendo en la música contemporánea esa línea divisoria ente tonalidad y atonalidad?
R. No. Ahora hay muchas más líneas divisorias: nota / sonidos-ruido, clichés / nuevas formulaciones, sistema temperado / usos microtonales, intuición / composición asistida por ordenador, etc.
Parece que en los extremos se hallan dos tendencias: un melodismo previsible y adocenado, por una parte, frente a suntuosos tratamientos de gran complejidad –al menos en apariencia- con una actividad incesante.
Personalmente, me inclino por buscar un camino más central: no quiero renunciar a las aportaciones de Sciarrino -¡sus obras para flauta!-, pero tampoco a las últimas obras de Takemitsu, de Harvey, de Saariaho, de Norgard…

Josep Matria GuixP. Si preguntamos a la mayoría de las personas si conocen a Beyoncé o a Lady Gaga, la mayoría dirán que sí, pero que pasa con la música clásica contemporánea, por qué ese desinterés de todos, medios, instituciones, público…. ¿Qué radiografía podría hacer de esto?

R. Y si preguntamos si conocen a Joseph Brodsky o a Andrei Tarkovsky ¿lo sabrán? El problema no radica, a mi entender, en la existencia de una música de masas, sino en la creencia de que sólo ésta sea la más importante –lo debe ser a nivel económico, claro está.
La música requiere tiempo, no ya en la realización –composición, ensayos-, sino en su percepción y goce. Hacen falta programas inteligentes y comprometidos, así como breves indicaciones antes y durante el concierto –el público siempre las agradece, puesto que contempla al intérprete como un ser real, de carne y huesos. En pocas minutos podemos visualizar el catálogo completo de un pintor, aunque sea sin entrar en detalles. Por el contrario, necesitaremos semanas de audiciones para adentrarnos en el corpus de Bach o Mozart.
En la actualidad, el desinterés acompaña a las artes y a las letras en general. Tal vez sea debido a esa tendencia desastrosa a juzgar todo en términos empresariales –hospitales y escuelas, incluídos. Por supuesto, nadie se va a hacer rico escribiendo poemas hoy en día –dejo a parte las letras de las canciones-, ni componiendo cuartetos de cuerda.
La cultura del ocio ha sustituído a la Cultura –así, en mayúscula-, coincidiendo con el hecho de que la universidad apuesta por saberes útiles en detrimento de las humanidades. Reivindicar y apoyar económicamente la cultura debería ser algo normal, aunque ante las elevadas tasas de paro, los frecuentes deshaucios de familias enteras o la presencia desesperada de refugiados en las costas europeas, ¿quién se atreve a decirlo en voz alta cuando el dinero público escasea? Detectar el problema es, sin embargo, un primer paso hacia la búsqueda de una solución.
Si seguimos así, más que una radiografía, será necesaria una autopsia. Pero hay esperanza, cada vez más jóvenes crean por pura pasión, por amor a lo que hacen.

P. No es la primera vez que se lo pregunto pero ¿cómo ve el panorama actual de la música contemporánea en Cataluña y en España?

R. Desconozco el panorama español, como para ser capaz de emitir un juicio sensato y apuntar remedios posibles -para opiniones superficiales andamos sobrados de tertulianos radiofónicos.
Bien es cierto que corren malos tiempos para la música que se aparta de las directrices uniformadoras. Incluso diría que, en el ámbito clásico, no parece que Beethoven sea hoy muy comercial: pesa más la BSO de El señor de los anillos que la 4ª sinfonía del compositor de Bonn, si nos centramos excusivamente en la recaudación de sala. ¿Cómo solucionar este desequilibrio? Con educación, apuesta de los poderes públicos –también de los privados- por propuestas de calidad a largo plazo, ajenas a modas, y con mucha fe en lo que se está construyendo y en las personas que están gobernando la nave. En el ámbito de las letras, el ejemplo de Acantilado/Quaderns Crema, y el de tantas editoriales modestas, es un motivo de esperanza.
Conozco mejor el panorama musical catalán –he sido programador de un festival ya extinto-, que arrastra, a mi entender, algunos problemas graves desde hace tiempo. Hay una tendencia al centralismo: Barcelona como eje de toda actividad importante, salvo el paréntesis veraniego, en que la música parece trasladarse a la Costa Brava. A la vez, padecemos una tremenda amnesia en relación a los compositores catalanes –sea cual sea su lugar en la historia.
A modo de ejemplo, la principal orquesta del país tan solo ha programado, en la presente temporada, a tres autores locales coetáneos –uno de ellos, compositor residente. Y por lo que se refiere a nuestra tradición, ¿solamente hemos sido capaces de pensar en Sor y en Granados? ¿Por qué no reivindicar la música de Morera, Serra, Manén, Blancafort o Toldrá, por citar algunos nombres del pasado? ¿Y dónde está la música de Miquel Oliu, Ramon Humet, Joan Magrané o Agustí Charles? Por supuesto, intentar plantear la posibilidad de que suene aquí la música de Alberto Posadas, Jesús Rueda, Eduardo Soutullo o Ramon Lazkano es una utopía. Pero incluso Schönberg, Ligeti o Berio son autores inexistentes, ahora y aquí. Lo asumo con cierta nostalgia del ayer.
Bien es cierto que algunas asociaciones e intérpretes están llevando a cabo una encomiable labor, tanto en la diversificación geográfica de los conciertos, como en la recuperación de autores, y todo ello muy a menudo por amor al arte. Debería ser prioritaria la creación de un organismo que favoreciese la difusión de la música culta, en vivo, por la red de teatros y salas de concierto de todo el territorio. Tenemos cada vez más intérpretes jóvenes bien formados –doy fe de ello. Hay que reivindicar de nuevo el espíritu de la Mancomunitat, pero ello depende más de las personas que hay al frente de los proyectos que de las propias instituciones.
Paralelamente, parecemos vivir un resurgir del teatro musical, aunque, o bien es un subproducto televisivo, o peca de una tremenda superficialidad en el aspecto musical –todo parece centrarse en decorados y acrobacias actorales. De nuevo, Barcelona, y por lo que se refiere a los musicales, no es ni Broadway ni Londres. ¿Alguien ha pensado en llevar a escena un West Side Story con intérpretes de nivel, ya que tenemos buenos cantantes de ópera? Por lo menos tendríamos la posibilidad de comparar a Bernstein con aquellas propuestas carentes de originalidad y sumamente mediocres en lo musical.
Centrándome más en la música de hoy en día, creo que han caído determinados preceptos sobre lo que suponía ser o no ser moderno en términos compositivos y ha entrado, por fin, aire fresco. Aparecen muchas iniciativas de estética muy disímil –grupos, cursos, festivales-, y tal vez sería aconsejable unir esfuerzos para consolidar un frente común que dejara constancia de este firme testimonio ante tanta efervescencia creativa.

P. Muchas veces me he quejado de la falta de cobertura a ciertos compositores que son los ‘clásicos del siglo XX’. ¿Quiénes son estos clásicos para usted?, y ¿están suficientemente difundidos?

R. Podríamos citar a los nombre que todos conocemos (Debussy, Stravinsky, Schönberg, Janáček, Bartók, Berio, Ligeti, Takemitsu, Benjamin…), pero me interesaría mucho más citar ciertas obras, infrecuentes en la sala de conciertos, de esos mismos compositores.

Josep Maria GuixP. Cuando hablamos de música contemporánea se mete en el mismo saco estéticas muy diferentes que van desde el siglo XX al XXI, ¿cómo definiría su estilo, sus señas de identidad?

R. Tiendo a la brevedad, a la concentración, de ahí el gusto por el haiku. Me interesa la armonía vinculada al timbre, la sutileza, la atención al detalle, la insinuación, el sonido emitido sin estridencias –ni dinámicas, ni gestuales. Digamos que soy más lírico que épico, que me siento más cercano a la actitud contemplativa que a los efectos dramáticos.

P. Tenemos auditorios, probablemente la generación de compositores mejor preparados, pero algo parece que no funciona, ¿conecta la música contemporánea con la sociedad? , ¿hemos llegado al límite en lo creativo?

R. Tengo la sensación de que en todas las épocas ha habido de todo y han surgido voces apocalípticas que pronosticaban el fin de algo... ¿Nos hallamos acaso ante una nueva especie de Ars Subtilior a punto de desaparecer? Quién sabe.

Algo es seguro, cualquier tendencia, por extraña que parezca, siempre tendrá algún adepto, tanto entre los músicos como entre el público. Veremos qué sucede en el futuro. La creatividad no se extinguirá, puesto que tampoco podemos decir que evolucione como la tecnología. Soy optimista.

P. ¿Cuáles son sus próximos proyectos?

R. Pronto cumpliré cincuenta años y, a pesar de qui mi producción compositiva no es copiosa, lentamente se ha ido abriendo camino entre los intérpretes. Eso es lo más importante. ¿Podría tener más eco y repercusión? Seguramente sí, puesto que en muchos ámbitos sigo siendo un desconocido –y mi alergia a la publicidad y al autobombo no me ayuda demasiado. Lo que más me interesa es trabajar con calma, honestamente y sin renunciar a la calidad.
Ahora tengo una serie de encargos –buena parte de ellos por amor al arte, hay que decirlo todo-, que intentaré escribir robando tiempo al tiempo: unos haikus para cuarteto de cuerda que estrenará el Dalia Quartet, una obra para cuatro clarinetes –requerimiento de los Barcelona Clarinet Players-, un breve estudio para marimba solicitado por Miquel Bernat, diversas piezas para piano, una cantata infantil para dentro de dos años…
Aunque el reto más complicado para mí es, hoy por hoy, encontrar la financiación para poder grabar un CD monográfico con mis obras de cámara. Supongo que sería más sencillo si yo fuese intérprete o director de orquesta, pero no es el caso.
Estoy convencido de que, con buenos músicos –ya hay unos cuantos que han interpretado mi música y están dispuestos a grabarla- y una toma de sonido exquisita –algo imprescindible en mis composiciones-, el disco recibiría más de un reconocimiento y supondría un incentivo para mi carrera.
Si alguien siente curiosidad por lo que escribo, que visite mi web y escuche los enlaces que allí aparecen. ¿No merecerían estar agrupados en un disco? ¿Hay algún mecenas por ahí fuera?



Más información en la web del compositor Josep Maria Guix

Más información en el perfil del compositor en nuestra web ECH-Josep Maria Guix

Link a la web Mundo Clásico donde apareció la entrevista por primera vez.

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