ISSN 2605-2318

Artistas

Iker Güemes Cabrejas (Compositor) 

Iker

Compositor que ama las palabras

(semblanza caótica a Iker Güemes)

Tomeu Moll-Mas Llubí



Espero que mi amigo Iker y todo amable lector que se pose ante estas letras me disculpe la osadía que he tenido al escribirlas. No estoy en condiciones de redactar una semblanza biográfica de él extremadamente detallada porque aunque conocí al compositor hace seis años y casi desde entonces trabajamos juntos en la distancia intensamente con sus obras que servidor toca tan bien como sabe, la cotidianidad de su Euskadi y mi Mallorca difícilmente se cruzan en el día a día. En cambio, sí considero que puedo escribir maravillas de las maravillas que conozco de sus aficiones y pasiones.
La primera pasión «Güemesiana» que descubrí: Que aprendió mi idioma materno, el catalán, demanera autodidacta, sin haber vivido nunca en ninguno de los países donde lo hablamos. Esto me cayó bastante simpático cuando le conocí: Tengo vecinos que todavía no lo han conseguido viviendo aquí, debe de ser dificilísimo. ¿Os había dicho que el compositor ama las palabras?
También le apasiona el Athletic Club de Bilbao, algo que todas las personas que tenemos alguna simpatía por el fútbol entendemos y hasta admiramos, porque es un club muy especial. En algún momento de su juventud, Iker estuvo tentado de dedicarse a este deporte aunque por suerte para nuestros oídos se concentró en el arte de los sonidos. Otro deporte que le emociona es el ciclismo, práctica cargada de la épica del corredor de fondo, ¿he aquí tal vez un valor que le atrae? Y si hablamos de Bilbao, además de todas las cosas que admiramos los demás de esta ciudad, a él le encanta el Museo de Bellas Artes, algo que me pasa a mí desde el día que él me dijo que tenía que conocerlo y fui. Es realmente genial. Y de Bilbao seguro que tiene también bellísimos recuerdos del Conservatorio y de sus profesores de los que tanto aprendió.
Sus pasiones principales caben en una pintoresca casa de un pequeño pueblo del condado de Treviño (lugar pintoresco de por sí): Su família, Amaya, Ismael y Asier, el estudio donde compone, la cocina donde expresa su creatividad también como cocinero… Y el pequeño huerto cercano a la casa, al lado de la pequeña carretera de acceso al pueblo, donde cultiva incansable y felizmente, como cuando escribe música. Otra pasión que cabe en la casa del compositor que ama las palabras
son los tres idiomas que usan en familia: euskera, castellano y francés. Tres idiomas que están en el origen de la primera obra suya que estrené, con el título podréis imaginar fácilmente por qué: Hitzak, metáforas cachées.
Otra de las cosas que también le alegran la vida es la visión del río Ebro que transita majestuoso al lado del magnífico edificio donde trabaja, en Miranda. O las nevadas en Burgeta. O por descontado asistir a conciertos, entre ellos los del Festival de Jazz de Gasteiz. Le gusta tanto escuchar que hasta escribió un libro titulado Crónicas de un oyente, un recorrido apasionado por la memoria de multitud de conciertos y reflexiones sobre cuestiones musicales de todo orden.
Por último, una de las grandes pasiones vitales para Iker es la investigación sonora: Esto se puede degustar al tocar o escuchar sus partituras, llenas de inquietud por el descubrimiento de nuevos timbres en los instrumentos clásicos. He escrito que el compositor “ama las palabras” porque personalmente siempre he observado en él un fuerte vínculo con las letras, desde en sus “Hitzak” hasta en los magníficos correos electrónicos, llenos de detalles, que nos regala a sus amigos.
Precisamente cuando estábamos preparando el estreno de esa obra con la bailarina Magdalena Garzón nos grabaron Amaya e Iker las palabras “generadoras” de la obra en francés y euskera para que supiéramos exactamente cómo suenan: bakarraldi, orange, elurra, salé sucré, dentsitatean, zurekin, vent frais, etorkizun, chaleur, dantzari, sueur rose, asmatu, gris gluant, adierak... A veces resuenan todavía en mi cabeza ésas voces de hace cuatro años. Especialmente al escuchar la Hitza VIII, que tantas veces he tocado desde entonces. Justo ahora estamos preparando con Alter Face ensemble la obra de Iker que estrenaremos en el País Vasco y Mallorca el próximo noviembre, una obra con título / juego de palabras vasco-catalán: Sóc soka (soy cuerda). Una pieza para piano manipulado tocada íntegramente sobre una sola cuerda (sí, ¡sólo una!) del piano. Mi amigo Iker es capaz de esto y de mucho más.
Del libro Crónicas de un oyente llama la atención la frase Frank Zappa con la que empieza: “Hablar de música es como pescar de arquitectura”. Si Iker pudo escribir esas 270 páginas tras este encabezamiento seguro que sabrá perdonar esta crónica apresurada de cuatro cosas que medio sé de él y que he recreado desde el recuerdo y la amistad. Acabo este texto tomando del mismo libro su última frase, porque seguro que no es casual. Expresa una disposición del ánimo que creo que debe acompañar al músico para poder realizar bien su trabajo. En este caso, Iker nos explica su estado desde el momento en que empezó a escuchar un concierto con el estreno de una obra suya para voz y piano. Me ha alegrado mucho redescubrir que Crónicas de un oyente termina así, y que sea por muchas más notas, letras y años: “Desde entonces vivo más feliz”.

Tomeu Moll-Mas Llubí (Mallorca), julio de 2016.

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