Ismael G. Cabral (Colaborador) 

 

 

A la espera de que algún grupo especializado español repare en la presencia del eslovaco Adrián Democ (establecido en nuestro país y algo que, hasta la fecha, incomprensiblemente no se ha producido) es la discografía la que permite que estemos al tanto del quehacer de un compositor adscrito a la escuela postfeldmaniana, permítaseme tal acepción. Porque, en todo caso, los contornos de su gramática tienen mucho más que ver con el de Buffalo que con toda la herencia postestructuralista que todavía alienta buena parte de la música creada hoy.  

Democ es un autor de costuras clásicas. Porque clásico es hoy abrazar un proceder en el que se permite respirar a cada instrumento; su grandeza reside en una mirada absorta y de gran levedad al timbre no violentado de sus fuentes acústicas. Pasará en Dotyky. Za zrkadlom, obra para violín solo de 75 minutos de duración que constituye la última adición a su fonografía. El nuevo disco monográfico publicado por another timbre que centra estas líneas no constituye ruptura alguna (tampoco era de esperar) con respecto al anterior, Ziadba. En él se insertan, entre otras piezas, la que da título al mismo, Hlaholika (2020), fruto del encargo del sello inglés durante el confinamiento de 2020 con destino a su estreno absoluto en forma de grabación. 
 

Hlaholika, en eslovaco, es un término prestado de la escritura glagolítica eslava que consta, originariamente, de tres elementos: un círculo, un triángulo y una línea. Escrita para violín, viola, piano, contrabajo y clarinete (los atriles son del referencial en estos mares calmados Apartment House), la partitura juega como aquel vocablo con unos elementos muy restringidos. La música, durante sus 20 minutos, adquiere un tono cadencioso y va a morir presa de una cierta languidez. A Democ no solo le interesa dejar estar a los instrumentos, también se gusta en una estética umbría, de apagamiento. 
 

En Ma fin est mon commencement (2019) el color es de un gris ceniza que busca el negro. Y es en esta constante deleitación ante lo moroso y desmayado donde la música del eslovaco se asienta con voz propia. Es verdad que el hecho de que toda la plantilla instrumental con la que juegan estas partituras derive, en distintas combinaciones, de la de Hlaholika, genera una sensación de continuo que, en sucesivas escuchas, puede suscitar cierta atonía, por lo que es aconsejable airear cada audición de estas piezas con otras músicas menos pulidas.  

Quizás el mayor peligro al que se enfrenta la estética de Democ es precisamente este, la suya no es musique d’ameublement, pero mal escuchada y peor entendida, podría servir para tal fin. La neblina armónica es absoluta en el dúo para violín y contrabajo …mit Simon und Jürg (und Philip ist auch) (2019), la discursividad, si la hay, no es fácilmente percibida, parecemos encontrarnos desorientados en un paraje gélido.  

Asociaciones plásticas al margen sí nos preguntamos cuánto más podrá prensar una estética limitada por propia autoimposición. Interpretada por estudiantes de la Janacek Academy, Lesenie k zahibeniu (2007) documenta otro estadio más áspero y prematuro de su pensamiento. Lo que hace ahora ya estaba más que apuntado entonces, pero hace 14 años su música gozaba de una inestabilidad estética tan o más sugerente que la exhibida en algunas piezas ulteriores. “Es una obra que habla de la lluvia y de la nostalgia que experimenté en mis viajes en los tranvías de Vilnius (Lituania), también describe sensaciones de soledad”, dice Democ. En todo caso la suya constituye una voz/remanso que ha de gozarse con serenidad y elevada predisposición.