1. Ruth Prieto: Este año va a ser compositor residente en el CNDM, ¿cómo afronta este reto?
Jesús Rueda: Con ilusión. Con cierto compromiso y responsabilidad. Y también con mucha libertad y ganas de escribir música. En efecto es un reto: por un lado da visibilidad a tu trabajo, y por otro se crea un panorama de tu obra, un contexto musical sobre el que escribir las nuevas piezas futuras. También pone a prueba si la obra de un autor resiste en el espacio y en el tiempo, confrontada a sí misma.
Quisiera agradecer a Antonio Moral la confianza depositada en mí, y también desearle todo lo mejor en su nueva etapa después de estos años en la dirección del CNDM. Y a su brillante equipo, que ha realizado un trabajo formidable.
2. R.P.: En plena madurez creativa se presentarán un total de 23 obras, escritas entre 1991 y 2019, con tres estrenos absolutos. ¿Qué nos vamos a encontrar de Jesús Rueda este año en el CNDM?
Jesús Rueda: Desde que a una de mis obras la consideré como opus 1 -y esto fue en el año 1985- han pasado 33 años de trabajo creativo. En realidad siempre escribí música desde que tengo memoria. Ya de niño escribía piezas para piano.
La cantidad de obras programadas en esta residencia CNDM es notable, y cuenta con un nivel de intérpretes de primer orden.
Lo que nos vamos a encontrar en la próxima temporada son tres caminos en mi producción muy bien representados, buscando la totalidad. Por un lado el cuarteto de cuerda, por otro la música para piano, y en tercero la música de percusión. Además se podrán escuchar algunas de las orquestaciones de Iberia de Albéniz, que he ido escribiendo a lo largo de los años, y también música para orquesta de cuerda, como el arreglo del Tercer Cuarteto
“Islas”.
Se programan los tres cuartetos existentes más el cuarto, que será estreno: Primero y Cuarto en los arcos del
Cuarteto Gerhard, y Segundo y Tercero con el
Cuarteto Arditti.
Con respecto a la música para piano se podrán escuchar 5 de las 6 Sonatas y los ciclos de 24 Interludios y 5 Impromptus, además del cuento
“Los dos amigos”, con 4 magníficos pianistas y grandes amigos
Miguel Ituarte,
Ricardo Descalzo,
Noelia Rodiles y
Mario Prisuelos.
El grupo de percusión
Drumming, dirigido por
Miquel Bernat estrenaran
“Pocket Paradise” en España, además de un experimento:
“Natura morta”, un estreno en el que Bernat, a partir de una experiencia mía enlatada y bastante extravagante, creará un vínculo y un diálogo.
Como actividades paralelas tendrán lugar dos clases magistrales, una en la Universidad Complutense y otra en el Conservatorio de Atocha. En el Conservatorio de Alicante habrá un curso de dos días sobre mi música de piano y música en general, coincidiendo con tres conciertos (Descalzo, Rodiles, Ituarte), lo que nos permitirá mantener un dialogo con los pianistas, que estarán presentes en las clases.
3. R.P.: Son 28 años de música, ¿ha cambiado mucho su música en estos 28 años?
Jesús Rueda: En términos generales ha cambiado tanto como ha cambiado mi aspecto físico (risas). Sí, ha habido una evolución en las finalidades (adónde pretendía llegar), también en los elementos constructivos, en parámetros como la armonía, melodía y ritmo. Pero también me doy cuenta que hay otros hilos que han permanecido con los años: la continuidad del discurso, la progresión y proliferación de los elementos, algunos recursos ante lo inasible (lo metafísico en música...)
Las piezas más antiguas que se podrán escuchar son el Primer Cuarteto de cuerda, escrito entre 1989 y1991, y la Primera Sonata, de 1991. Estas obras andaban buscando un nuevo territorio, pero con elementos dados, heredados de los modelos de la vanguardia. Éstos huían de la simetría, buscaban la no repetición en todos sus elementos. Pero conservan algo inefable que se ha proyectado en el tiempo, cierta ingenuidad, la permanencia de un mundo ideal, utópico.
Con el tiempo he ido limpiando y aligerando elementos que no sumaban nada al discurso, he encontrado otros (¡he aprendido!) que se adaptaban mejor a la finalidad del momento, y que eran el camino recto entre mi idea y el punto de llegada: más directos y por lo tanto más eficaces.
4. R.P.: Y usted ¿cómo ha cambiado usted en estos 28 años?
Jesús Rueda: Supongo que hay un vínculo íntimo entre el creador y su obra, y ésta es un buen modelo para observar los cambios del autor. En la lejanía he ganado y he perdido.
Hace treinta años miraba hacia afuera, cuanto más lejos mejor, viajaba mucho y estaba receptivo a cualquier estimulo que se presentara, como una esponja, atesorando todas las herramientas que encontraba a mi paso. Adoraba la novedad y la diferencia. Con los años la mochila fue creciendo demasiado y llegó un momento en que no podía caminar, y paré.
Actualmente suelo viajar poco, y ligero de equipaje. Soy más escéptico ante los estímulos externos y tiendo a escuchar la voz interior. Salgo de la cueva, oteo desde la entrada el panorama, recojo un par de cosas de fuera y me meto de nuevo a conciliarlas con esa voz.
Soy casi insensible a los movimientos musicales en los que se mueve la actualidad, porque la vida te enseña que casi todos son efímeros -y dogmáticos- (¡yo también los he vivido!) y que lo que permanece es otro tipo de reflexión ligado a esa voz interior. Pero esos movimientos son importantes y siempre lo fueron para generar nuevos paradigmas. Y además son ley de vida.
5. R.P.: ¿Qué nos puede decir de estos 3 estrenos?
Jesús Rueda: Dos de ellos son encargo del CNDM: la Sonata para piano n.6 “On the Edge”, que estrenará Miguel Ituarte, y el Cuarteto de cuerda n.4, que lo hará el Cuarteto Gerhard. El tercero, “Natura morta”, es novedad absoluta y lo emprenderá Drumming. Parte, como ya dije más arriba, de un feliz encuentro entre unos experimentos que realicé hace más de diez años, y que nunca salieron de mi archivo, y la versatilidad de Miquel Bernat, que conversará con ese material y su excelente ensemble de percusión.
6. R.P.: ¿Qué se espera de un compositor residente?
Jesús Rueda: En realidad no lo sé, confío en que no se espere nada especial de mí. Nunca he sido programador, ni productor, ni gestor cultural, y por lo tanto desconozco los códigos.
El fondo de la cuestión es necesariamente bueno: proyectar y hacer visible parte de tu cultura, y eso significa que es importante para entender una identidad, un tiempo, un modo de interpretar la realidad a través de la música.
Lo que yo espero como compositor residente es que el corpus programado de mi música sea consecuente, que una obra refuerce a otra, sean catalizadoras. Y que por lo menos una, tan solo una de esas obras, haya soportado el paso del tiempo. Pero eso ya es mucho pedir.
7. R.P.: Como compositor, ¿son útiles las residencias?, ¿más que los encargos?
Jesús Rueda: Las dos cosas, una conduce a la otra. El encargo es dignificar un trabajo, darle a ese trabajo la importancia y dimensión que merece. Es un incentivo de la voluntad creativa, en algún modo.
La residencia proporciona una continuidad a lo largo de un periodo, y persigue otro objetivo: profundizar en la obra de un autor, presentarla, combinarla temáticamente, romper el acontecimiento aislado de un solo encargo-concierto, trascender el plano ocasional y construir un relato amplio en torno a la obra de ese autor. Sirve también como aglutinador, como hilo conductor de una serie de conciertos.