«Guinjoan no muere porque no lo olvidaremos jamás»
12/06/2023
Una crítica de Ismael G.Cabral para El Compositor Habla
Madrid. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. 08-06-2023. Recordando a Joan Guinjoan. Alfonso Calderón de Castro, piano.
En 1987 Cristóbal Halffter escribió la obra pianística El ser humano muere solamente cuando lo olvidan, que no sonó en este concierto pero que, perfectamente, podría haberse interpretado toda vez que, el acto, fue precisamente una contestación a la realidad inapelable de la mencionada pieza halffteriana. Se trató, antes que cualquier otra consideración puramente interpretativa, de poner en valor la memoria y el legado del enorme compositor catalán Joan Guinjoan (1931-2019), quien no ha muerto precisamente porque no lo hemos olvidado. Una lección de asunción estética, de fidelidad a unos postulados y un carácter siempre indagativo el que ofreció el autor recordado en esta cita acogida por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y auspiciada por la Fundación Joan Guinjoan y la revista digital El Compositor Habla.
Fue el mismo François Guinjoan, hijo del músico, quien en sus palabras introductorias no solo puso de relieve brevemente la importancia de la mucha música dejada por su progenitor, también hizo énfasis en la necesidad de abrir camino a quienes nos precedieron, de luchar esforzadamente porque el pasado no sea olvidado, especialmente cuando –como comprobamos en la escucha- el pasado es mucho más actual que bastante del presente inmediato que, en ocasiones, atendemos en conciertos.
Fue el pianista Alfonso Calderón de Castro el encargado de abordar un recital de enorme exigencia técnica, así era toda la música de Guinjoan, poco dado a concesiones de ningún tipo. Tiene el intérprete malagueño en su haber un primer disco monográfico que compila la música para piano del rememorado. Fue publicado en 2019 por el sello Ibs Classical, urge que el muy activo sello discográfico decida dar luz verde a los otros dos álbumes ya grabados y que documentarían toda la obra pianística de Guinjoan. Resultaría además este hecho un empuje muy importante para la Fundación que lleva su nombre y que se ha propuesto resituar donde merece al compositor de Riudoms, o al menos hasta donde permitan las constreñidas costuras mentales y argumentales de los programadores patrios.
Comenzó Calderón de Castro con Digraf (1976), única pieza del catálogo en la que emplea formantes que otorgan determinada libertad en el abordaje de la partitura. Escuchándola hoy, una obra de estricta vanguardia como esta mantiene todo su interés; más aun nunca estuvo tan cerca Guinjoan de la estética acumulativa y extremada (en el uso constante de los remates del registro) de la colección de Klavierstücke de Karlheinz Stockhausen. Más pretérita es Chez García Ramos (1962) donde ya quedaba claro que el ritmo y una tímbrica densa, en forma de nubes, iban a ser algunas de las características que definirían su acercamiento al piano. También, desde luego, su organización de la disonancia, no reñida con una elocuencia poética (si se entiende mejor así) que hacen de la obra de Guinjoan una música más suntuosa, menos ceñuda, que la de otros colegas de generación.
Verbum (Genoma in Música) del año 2003 comienza con un cluster abrasador que “equivale al proceso de rotura y en él se afianza (desde un punto de vista conceptual) la evocación de la doble hélice de ADN mediante progresiones de marchas melódicas y armónicas”, dejará escrito el compositor al hilo de una partitura encargada por la Residencia d’Investigadors e inspirada en el descubrimiento de un gen asociado al habla en el genoma humano. Este hallazgo le inspiró una creación de una abstracción inmaculada, llena de estallidos y colores (quizás más que en ninguna otra de sus obras para el teclado). Pensándola y atendiéndola explosionan en la audición algunos de los grandes lienzos de Miró. Asociaciones aparte, Calderón de Castro constató ser un idóneo intérprete de estas músicas; su visceral expresividad y la robustez de su sonido encajan como un guante ante la torrencial escritura de Guinjoan. De este también escuchamos Jondo (1979), uno de los acercamientos al flamenco más interesantes y libres que se han hecho a esta realidad musical. Remirado y sin emborronar la letra, encabalgó racimos de una intensidad vitriólica en el tramo final de una creación que adquiere una vertiginosidad notoria.
También tuvo otro gran momento de interés el concierto en la recuperación de una partitura con solera de Tomás Marco, actual presidente de la Real Academia, Le Palais du Facteur Cheval (1984). Si los 80 fueron tal vez la mejor edad creativa del compositor madrileño, esta obra es hija de aquellas lucideces, con sus motivos reiterados obsesivamente y un libérrimo repetitivismo de patrones consonantes, Marco dibuja musicalmente la imposible arquitectura del Palacio Ideal que creo Ferdinand Cheval, un cartero francés que invirtió 33 años de su vida en construir una locura arquitectónica, ejemplo del mejor arte marginal.