ISSN 2605-2318

Artistas

Julio Estrada (Creador) 

Julio Estrada | Intuitivo, frágil, soñador y con suficiente mala leche para sobrevivir

05/06/2014


"Componer no deja de ser una forma de imitación, el miminx, frente al ilinx, el vértigo ante el instante mismo de no tener la respuesta a menos de aprender a poner en juego una nueva agilidad: confiar en el potencial de nuestro imaginario."

Rechaza la idea de compositor y se apresura a indicarme que busque otra palabra porque no se siente cómodo. Se define como intuitivo, frágil, soñador y con suficiente mala leche para sobrevivir pero también es un gran creador, una persona que se siente feliz y libre inventado con los sonidos, intentando transmitir el sentido dramático al que aspira su música mirando y buscando ese horizonte de originalidad donde se siente a gusto.

Me mira como a un bicho raro cuando le pregunto: ¿qué le inspira a usted?, pero como es hombre paciente se toma la molestia de explicarme que sus búsquedas cognitivas sobre el proceso de creación-investigación “tienden a ocurrir como una abstracción matemática o como una fantasía libre, caso en el que, por extraordinaria que sea, no rebasa los estados físicos de la materia y nos conduce a percibir, siempre en movimiento, sólidos, magmas, líquidos, gases o incluso fríos extremos”

Es un creador que imagina su música sin límites y sin temores para poder así, convertir sus fantasías y sueños musicales en realidad. Es un ‘Mozart en modo menor’ que abomina de etiquetas y aunque tal vez no se sienta un hombre maniático, a la hora de escribir y crear su música, tiene unas cuantas obsesiones. Me lo imagino con sus oídos tapados, caminando por la habitación con una goma de borrar que al final le permite entenderse y descifrarse a solas desenmarañando sutilmente la riqueza de sus fantasías musicales.

Se siente a gusto sobre todo creando música de cámara, “para representar con transparencia lo que busco y evitar abusar de los efectos, como los maridajes de timbres”; y desde hace 20 añoses en la ópera donde se encuentra a sus anchas: “En la ópera puedo desarrollar mejor mi carácter multifacético y gozar enormemente: crear la música, dirigir, cantar –una faceta que descubro hace poco–, además de dirigir la escena, iluminación y diseñar la escenografía con apoyo de un asesor”

Ruth Prieto, para El Compositor Habla, entrevista al compositor mexicano Julio Estrada

México, Mayo 2014

1. Ruth Prieto: Para empezar: ¿de qué hablan los compositores?

Julio Estrada: La idea misma de compositor me es odiosa y me remite a los peores años en los conservatorios de México, París o Colonia, centros especializados en el dogma musical a ultranza: componer como actividad es cercano a un compromiso cuya modalidad implica una forma poco noble para amoldarse. En general recuerdo en los conservatorios haber coincidido en clase, más que con personas, con máscaras celosas, ególatras, presuntuosas, prepotentes, simuladoras, intrigantes y otros epítetos que, incluso, se aplican al modelo del compositor en el papel de maestro que sin ahondar en lo que atañe al alumno habla de sí mismo y refleja su insensibilidad hacia el otro.


"Una reflexión al centro de mi trabajo es la de concluir con el rancio prototipo del “compositor” –especie de usuario de sistemas preestablecidos– para hacer que prevalezca una noción menos cómoda porque exige legitimar cada esfuerzo, la del “creador musical” –quien diseña los sistemas que a cada paso requiere su imaginario. "

2. R.P.: ¿Cuál es el principal rasgo de su carácter?

Julio Estrada: Intuitivo, frágil, soñador y con suficiente mala leche para sobrevivir.

3. R.P.:
¿En qué proyecto está trabajando ahora?

Julio Estrada: Una ópera, Velia: creo en lo que creo, dedicada al ser con quien viví casi medio siglo y a quien continúo amando. Me propongo crear tres espacios distintos, con lo cual vinculo la nueva ópera a Las meninas de Velázquez: al fondo en el espejo, alguien a quien no se ve pero a quien todo remite –Velia, unas voces femeninas cuya halo etéreo envuelve a los oyentes –, un grupo humano que ocupa el primer plano –el público, esparcido en todo el ámbito, con un libreto cuya forma abierta le aproxima al modo en que nombro lo que suena, difícil de describir con claridad si se admite que no sabemos poner en palabras lo que decimos cuando referimos, por ejemplo, al ladrar del perro o al maullar del gato– y Velázquez, que hace su autorretrato –crear en vivo mi música con distintos grupos instrumentales.


"La ópera es para mí un modelo ideal porque, incluso sin palabras en las voces, intento transmitir el sentido dramático al que aspira mi música. Al mismo tiempo, tengo mayor libertad para inventar que con la “pura música pura”."

4. R.P.:
¿De qué manera Julio Estrada es contemporáneo?

Julio Estrada: No adhiero a esa idea porque queda en la superficie del presente sin un origen cuya profundidad deje vislumbrar el futuro. Por intuición me ubico ante el abismo, desde donde sé que todo lo que conozco, la tradición y el presente reciente, están a mi espalda, y que a lo lejos, no sin riesgos, se encuentran algunas luces nuevas, un horizonte del que me enamoro y para el cual me impongo crear, con racionalidad e imaginación, soluciones inéditas. Ese es mi mayor placer creativo.

5. R.P.: Como compositor ¿qué le inspira a usted?

Julio Estrada: como compositor: nada, lo que me remite a la idea de “inspiración” –aspirar lo que viene de fuera–, cuyo origen religioso resulta obsoleto cuando nuestros siglos XX y XXI se abren al conocimiento de los potenciales psíquicos, como los sentidos y la sinestesia, la percepción, la memoria, el análisis, la imaginación o el sueño. En mis búsquedas cognitivas sobre el proceso de creación-investigación observo que el imaginario mismo tiende a ocurrir como una abstracción matemática o como una fantasía libre, caso en el que, por extraordinaria que sea, no rebasa los estados físicos de la materia y nos conduce a percibir, siempre en movimiento, sólidos, magmas, líquidos, gases o incluso fríos extremos.


"Imaginar sin límites y sin temores deviene una meta nueva, no sólo del solitario sino colectiva; lo es para muchos jóvenes que aceptan el interés que tiene el poder convertir sus fantasías en realidad, gran aventura de la mente, un cambio al que aspiran mis cursos y seminarios desde hace décadas."
6. R.P.: ¿Cuáles son sus raíces musicales (reales o imaginarias)?

Julio Estrada: Dormido o despierto, extraigo la esencia de mi música de los sueños, siempre dentro de un estado de abandono a la percepción imaginaria. Y también, de las vivencias más inquietantes de la infancia, cuando escuchaba a mis padres nombrar a sus hermanos muertos o presos a causa de la guerra civil española y no poder conocer a esos simples seres vivos y reales que son el otro cargado de algo común a uno mismo. Sin siquiera darme cuenta, esas ausencias son para mí, más que rostros, voces: de ahí mi estrecho vínculo con la obra de Rulfo.

7. R.P.: ¿Tiene usted “compositor de cabecera” o algún compositor que le haya influido especialmente?

Julio Estrada: Creadores más que compositores y mi afiliación tiende a ocurrir más con cierto tipo de músicos al distinguir entre los matemáticos bachianos, o los físicos mozartianos –Beethoven, aun con su intenso contenido dramático, no deja de ser mozartiano–. En lo íntimo me identifico con Mozart en modo menor –de joven me dediqué durante dos años enteros a estudiar e imitar el estilo que crea en la sonata en la menor o en las fantasías en ré menor y en do menor–. Más que un autor, me incita aquello a lo que remite su música, la naturaleza, la vida, sus dramas.

8. R.P.: Alguna manía a la hora de crear...

Julio Estrada: Tapono mis oídos para aniquilar a los vecinos y escuchar sólo lo que viene a mi mente y dibujarlo; escribo de pie para percibir mejor el fluir del tiempo y evitar anclarme en la memoria; utilizo papeles muy suaves y con cuadrícula fina, lapiceros precisos –colecciono los restos de lápices que me acompañaron en alguna tarea importante–, una enorme mesa pulcra y un amplio cepillo para recoger todos los restos que deja mi herramienta principal: la goma fina. En general, al concluir algo que me emociona estampo un beso en el trabajo.

9. R.P.: ¿Qué cualidades tiene que tener un creador musical? ¿Y…defectos?

Julio Estrada: Aunque ya he dicho bastante, ¡qué ocasión para cebarme! No obstante, me contengo y respondo sólo a la cuestión de permutar el “compositor” por el creador musical. Crear música pide paciencia para flotar suspendido en la mente por años hasta entenderte y descifrarte a solas. Me deleito en imaginar a voluntad mi música en cualquier momento, como mis creaciones en vivo, reto que exige fluir de un hemisferio a otro del cerebro para estar alerta al tiempo que se ensueña. Los defectos son parte de las virtudes cuando el abandono creativo olvida la realidad que corre en paralelo a la imaginación. Reconozco un egoísmo brutal que en ocasiones ha estorbado en mi vida familiar y que, en el plano interior, me ha impedido gozar de la vida.






"Ingenio y genio son paradigmas del crear musical abierto y novedoso, lo que por un lado exige de la herramienta matemática y física en el campo teórico para eliminar el dogma y dar congruencia al material de la música, y por otra, del arte sutil de desenmarañar la riqueza psíquica de las fantasías."

10. R.P.: ¿Qué aporta su música a una película?

Julio Estrada: He escrito bastante poco para el cine porque no encuentro en México la ocasión propicia: un tema, un director, actores y sobre todo la aceptación de mi música y que ésta no se convierta en una cubierta para apoyar carencias. En alguna época ponía la música de otros autores a documentales como si fuese una receta médica y el efecto funcionaba, todo lo cual me hizo dudar bastante del medio, aunque dejo la puerta abierta a la experimentación en las relaciones audiovisuales y en el drama. En lugar del cine prefiero la ópera, mucho más viva y cercana al riesgo vivo, o también el teatro, para el que escribí Minotastás, de mi amigo de la infancia Hugo Hiriart, en una obra para títeres para la cual utilicé una máquina mecánica de juguete que resultó atractiva porque el instrumento mismo devenía un títere musical que, además, tocaban de pequeños mis hijos en las funciones.

11. R.P.: ¿En qué género o estilo se encuentra usted más a gusto como creador?

Julio Estrada: En la música de cámara, para representar con transparencia lo que busco y evitar abusar de efectos, como ocurre con los maridajes de timbres a base de superposiciones artificiales; me gusta crear un timbre nuevo, el macro-timbre, producto de la interacción de varios componentes de una sola voz. También, me atrae inventar nuevos modelos en la forma musical que me dejen controlar con pocos materiales muchas alternativas –los yuunohui, por ejemplo, provienen todos de un mismo gráfico que utilizo desde hace treinta años, y con el que a partir de una obra instrumental inicial produzco hasta siete versiones que pueden escucharse ensambladas desde dúos hasta octetos–. Hace cosa de veinte años qué la ópera me deja aún más a mis anchas –en "Murmullos del páramo" me encuentro a solas con mis voces de la infancia y me aventuro a inventar un modelo cuyos distintos módulos se superponen y ofrecen distintas alternativas a una representación que no pierde el sentido dramático ni el potencial emotivo. En la ópera puedo desarrollar mejor mi carácter multifacético y gozar enormemente: crear la música, dirigir, cantar –una faceta que descubro hace poco–, además de dirigir la escena, iluminación y diseñar la escenografía con apoyo de un asesor.

12. R.P.: ¿Cuál ha sido la última alegría que le ha dado la música? ¿Y el último disgusto?

Julio Estrada: Como siempre, escuchar alguna de mis últimas obras: me sucedió en Bremen hace año y medio con un grupo formidable de intérpretes, como el joven trompetista Paul Hübner con yuunohui´ehecatl, quien realizó una versión por encima de lo común, rica en sonoridades novedosas que supieron responder al sentido final de la obra: abrirse a la aventura del macro-timbre. En contraste, he tenido experiencias atroces al trabajar con músicos que en vez de ir más allá de su técnica, ansían imponerla como esencia de su estética y echan todo a perder. El peor recuerdo es el de un violinista a quien los ruidos de mi música irritaron tanto que perdió el control mental en un ensayo. Sin más, me lanzó un golpe artero que provocó en mí tres posibles respuestas: hacerme boxeador al instante, romperle el violín en la cabeza u obligarle a pedirme perdón públicamente, como ocurrió, aunque al recibir el aplauso final quiso aprovechar la oportunidad e hizo ante todo mundo una reverencia burlona a mi partitura y, ahí sí, le aplasté las narices encima del atril en que descansaba.

13. R.P.:  Si no fuera compositor ¿qué le hubiera gustado ser?

Julio Estrada: Ante la insistencia insisto: todo menos compositor. Crear música no es frustrante sino altamente satisfactorio cuando la perspectiva no es única sino multifacética; en numerosas ocasiones mi obra puede implicar la participación viva de otros talentos artísticos –el cantante o el director musical y escénico, el poeta incipiente que adapta o escribe el guión, el pintor o escultor inexperto cuya mirada sinestésica registra los movimientos de la imaginación, el arquitecto aficionado que estructura espacios bi o tridimensionales de representación–, de investigación crítica y analítica –el historiador que remite al país y la sociedad en que vive, la mente inquieta que filosofa sobre los mecanismos de creación– o científica y estructural –el aprendiz de físico que entiende otros modelos como la cronoacústica, punto de partida para toda mi obra, el neófito informático que diseña modelos para representar con mayor facilidad el imaginario, como el sistema eu´oolin que diseñé en la UNAM o la Upic siglo XXI que hice al frente del CEMAMu en París; el matemático torpe que requiere ordenar la teoría, como la teoría d1, fusión novedosa de combinatoria y grafos–, y finalmente, la puesta en práctica de ese todo es una tarea que asumo con alegría para, sin temor a equivocarme, poder abordar con mi propia voz cualquier pasaje de mi música. Suena pretencioso todo lo anterior y el admitirlo no lo contrarresta tanto como admitir que soy nulo en administración, ingeniería, electrónica, química, biología –como Amadeo mi hijo–, ajedrez –como Julián mi hijo mayor– o tantas cosas más. Estoy convencido de que, a fin de cuentas, no sería otra cosa que músico.

14. R.P.:  ¿Cuál ha sido su mayor extravagancia en la vida?

Julio Estrada: ¿Cuál de todas prefiere: en los conservatorios, mandar a paseo a Chávez por incompetente, a Messiaen por pretencioso o a Stockhausen por demencial; en las pirámides mayas corretear alegremente al tuerto Xenakis, o correr por el bosque guiando a Jean-Yves, músico ciego que quiso ser escultor; pedir limosna con un sarape mexicano en el portal de Nôtre-Dame y encontrarme un par de minutos más tarde en la prefecture; ser estornudado por un elefante en el zoológico de Vincennes y tener que comprar Le Figaro para secarme; gritar ¡viva mi general Hernan Cortés! un 16 de septiembre en el zócalo de México; remplazar formalmente en público al fagot con mi imitación de un pasaje del concierto de Choros de Villa-Lobos; chotear al policía francés hablándole en inglés y pedir un intérprete en la comisaría hasta encontrarme tras las rejas y obtener la libertad gracias a la milagrosa Velia; dialogar con Octavio Paz o con un presidente mexicano imitando su voz, inventar una charla en japonés con los pescadores de un buque que pasaba del Pacífico al Atlántico y yo al opuesto; dedicarle a Cage una obra basada en el silencio y al escucharle hablar pedirle que se olvidara del asunto y me la devolviera; durante semanas telefonear de París a Madrid a Llorenc Barber y grabar en su respondedor mi imitación del fax hasta que llamó al técnico y se convenció de que su aparato no servía; pedirle a un motorista de tránsito abrirme paso hasta llegar a la casa presidencial y ahí dentro decir que buscaba al dentista,…?

15. R.P.: ¿Qué aporta la música a la educación?

Julio Estrada: Mucho cuando es apropiada; he sido maestro de primaria activa y aún me visitan los alumnos de hace más de tres o cuatro décadas, a quienes convencí de que la música no era lo que creían sus padres sino una actividad muy grata que comienza con la escucha libre; en particular en el tránsito de la infancia a la pubertad, experiencia fundamental en la que se cierra la mollera al madurar el cerebro y pasa de la percepción bidimensional a la tridimensional, inicio de una escucha que diferencia melodía de armonía o las voces que integran una polifonía. La mayoría de las vocaciones musicales surgen en ese momento, lo cual es un dato fundamental en mi análisis privado del imaginario de los nuevos creadores.

16. R.P.:  ¿Qué le da miedo?

Julio Estrada: La crueldad en la violencia. El fenómeno es hoy cada día más común en mi país.

17. R.P.:
¿Perdió algo por el camino?

Julio Estrada: Aparte de algunos dientes, las llaves de todos los candados en todos los cajones y la boina de mi padre en una fuente de Bruselas, lamento mucho no haber podido ser violonchelista porque tuve la ilusión de tocar en un cuarteto como actividad compartida con la creación; fui pésimo: soy zurdo y nunca tuve un maestro que me enseñase a tocar en mi propio enrevesamiento, de modo que no llegué a trabajar siquiera una obra sino sólo a mugir con el arco sobre cuerdas libres o a escuchar que no tocase más en la orquesta estudiantil porque me era imposible controlar el arco y afinar al mismo tiempo; y sin embargo, a solas me las arreglaba para improvisar y presentarme en concierto con el grupo Neo-neo de México. Quizá mis incapacidades al violonchelo sean el origen de la multi-dislexia de mis obras para cuerdas, donde los cambios de altura o de articulación son tan autónomos como los de la intensidad o el pulso del arco: cada mano tiene su propio rumbo y la fusión crea una marea tímbrica que me embriaga.

18. R.P.: ¿Qué es el silencio?

Julio Estrada: Se habla mucho de ello por la posición conceptual de Cage, aunque ésta es ajena a la emoción; en los periodos del Barroco al romántico es frecuente que el silencio se mantenga dentro de un tono simbólico, no pocas veces religioso, algo de lo que no estoy demasiado convencido a pesar de que percibo en ello la emoción. En mi música el silencio coincide con el de casi todos los músicos cuando invita a callar al cabo de una evolución continua –prefiero no escuchar el aplauso después de escuchar mi obra– y, a través de los voces, a dar un sentido dramático a la ausencia o al inicio inadvertido de su presencia. Me estremece Beethoven, cuando al final del primer movimiento de la Patética, borra el acorde vigoroso y dramático con un silencio, confesión dolorosa del signo irreversible de su sordera.

19. R.P.: Liberté, égalité, fraternité….¿añadiría algo?

Julio Estrada: No creo en premisas colectivas y he visto de cerca las francesas... La libertad como discurso es apenas posible en la conducta y exige confrontarse con la libertad o las restricciones del otro, de modo que es en lo íntimo donde mejor se manifiesta, incluso para señalar secretamente su alcance –en música es fundamental y basta el ejemplo del Beethoven subversivo–; la igualdad resulta imposible porque siempre ocupamos el sitio que otro no tiene o no merece; la fraternidad es una invención utópica de los padres –me hubiese encantado tener un hermano querido– que funciona mucho mejor en la amistad, donde se es libre para escoger. Sobre Francia y las utopías recuerdo en pleno París del 1968 cuando discutía en la universidad de Vincennes con un grupo de jóvenes músicos que defendían el hachís como recurso para crear y retaban a nuestro grupo –el trío Néo-néo que formé con Bernard Leblanc y Daniel Raguin–, que les oponía la idea de la imaginación como verdad interior. Un profesor oxfordiano de visita para conocer el movimiento estudiantil se interesó en la controversia y, al concluir, se detuvo a charlar conmigo en una terraza: bastaron su interés por escuchar y las preguntas que me hizo para demostrar la libertad intelectual en contraste con el mandarinismo reinante en la educación francesa. Era Karl Popper.

20. R.P.:  ¿Tiene una idea de lo que puede ser la felicidad musical?

Julio Estrada: Entre los mayores disfrutes retendría el encuentro con las libertadas propias y la posibilidad de transmitirlas en música, aunque admito que aún no sé cantar la felicidad.
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21. R.P.: ¿A quién rescataría del pasado?

Julio Estrada: No conozco música que haya reflejado mejor y con mayor profundidad las emociones que la producida tan sólo en siglo y medio, de Bach a Schumann, modelos que me incitan a desprender su sabia. De todos ellos, las creaciones de Schubert, que al principio remiten a Haydn y luego anuncian casi Bártok, me parecen las que con mayor sencillez abren más puertas.

22. R.P.:  ¿Qué tiene el presente de interesante?

Julio Estrada: En música, la ciencia que deja entender el continuo que une al ritmo y al sonido, la tecnología, que más allá de la revolución de sus equipos, impacta sobre las viejas técnicas de escritura, o en las ciencias humanas, el psicoanálisis, que al reemplazar a las religiones nos induce a formular una ética propia. Los cambios consecutivos requieren de nuestro desafío constante para integrar sus beneficios sin perder el eje; uno de esos aspectos es la persistencia de la escritura frente a la abstracción de ésta que hacen algunas máquinas nuevas: sin escritura no puede haber análisis y sin éste una comprensión profunda de lo estructural y su relación con lo perceptivo. Un ejemplo ilustrativo son los Estudios de Conlon Nancarrow para el piano mecánico, un potencial revolucionario cuya huella hubiese sido mucho menor sin el aporte de la representación escrita de los cambios musicales a los que conduce el análisis de cada partitura.

23. R.P.: ¿Qué espera del futuro?

Julio Estrada: Que continuemos con la utopía y no sin mucho cuidado, e incluso mejor si los políticos, industriales y similares logran entender que su daño les llegará tarde o temprano, a menos que logren aislarse de todo, algo que parece preverse en estos tiempos de egoísmo obtuso.

24. R.P.: ¿Qué consejo le daría a un joven que quiere ser compositor?

Julio Estrada: No aconsejarles sino cuestionar su modelo, que continúa a jugar al ajedrez clásico sin abrirse al que jugaba el último Fischer –donde las piezas no se encuentran en el mismo sitio y la memoria deja de ser tan decisiva como el entendimiento instantáneo– o cuestionarles la noción de componer como un ajuste del rompecabezas cuyas piezas no inventan necesariamente o, más a fondo, indagar con cuidado qué les hizo suponer que quieren crear música, cómo nació esa idea y ahondar en ello hasta que puedan entenderse y lograr mayor autonomía.



"Componer no deja de ser una forma de imitación, el miminx, frente al ilinx, el vértigo ante el instante mismo de no tener la respuesta a menos de aprender a poner en juego una nueva agilidad: confiar en el potencial de nuestro imaginario."
25. R.P.:  ¿Qué le hace reír?

Julio Estrada: Chaplin siempre, que nos recuerda además que el humor no es tan artificioso como podría suponerse sino una substancia que genera la realidad.

26. R.P.: ¿Qué le hace llorar?

Julio Estrada: Chaplin también, y mucho.

27. R.P.:  ¿A qué compositor invitaría a comer a casa?

Julio Estrada: A todos los que admiro del pasado porque no los considero productos de la academia –es decir compositores– una respuesta no táctica sino seria, sería a tal punto que no les prepararía yo mismo la comida...

28. R.P.: ¿Con cuál se sentaría a charlar horas y horas?

Julio Estrada: Con todos los que admiro, y he tenido ocasión de hacerlo, como con Ligeti, Xenakis o, por años, con Julián Orbón, mi primer gran maestro, aún desconocido pero digno de escucharse.

29. R.P.:  Un libro indispensable…

Julio Estrada: Muchos, los de poesía son mis predilectos: Neruda el primero; en novela y cuento Rulfo, Arreola o Marcel Schwob; los ensayos filosóficos y estéticos; de niño las biografías de músicos o Juan Cristóbal; en general me aburren los libros de historia o de ciencia y sólo los superan los textos de matemática que me ayudan a dormir una hora más de lo que acostumbro.

30. R.P.: Una película…

Julio Estrada: Sliding doors, una ficción que se bifurca en dos alternativas, o Five fingers, biográfica, sobre Dielo, espía de la segunda guerra mundial descubierto varios años después; por encima de todas, 8 ½ de Fellini, una referencia medular para mi nueva ópera: la creación dentro de la creación.

31. R.P.: Una canción que le arregle un mal día…

Julio Estrada: Todo Schubert o todo Schumann; con gran frecuencia le acompaño al piano “Du bist die Ruh” o “Ich grolle nicht” a mi hijo Amadeo, y debo decir que muy pocos amigos nos soportarían, pero para aquellos que lo permiten e incluso lo incitan por compasión o por amor, los consideramos cómplices de instantes entrañables.

32. R.P.: ¿Qué piensa de la política?

Julio Estrada: De la política bien, de los políticos ni verlos ni oírlos ni tocarlos ni olerlos –respecto a probarlos no se los recomendaría a un caníbal–. Diez años después de la guerra civil mi padre, Manuel Estrada, coronel de Estado Mayor de la República Española, escribió una respuesta inteligente: Democracia sin partidos.

33. R.P.: Algunas obras maestras de la historia de la música…

Julio Estrada: Al menos una vez al año necesito escuchar algo que me conmueva, me detenga y me incite a crear más allá de mis incontables límites: Misa en si menor de Bach, Sinfonía 41 y Requiem de Mozart, Appassionata y Cuarteto 14 en do sostenido menor de Beethoven, quinteto de cuerdas de Schubert, Fantasía opus 17 de Schumann. No encuentro una emoción comparable en la música del siglo XX y XXI, de ahí que uno tenga que conformarse con la brutalidad elemental del primer Stravinsky, el del Sacre.

34. R.P.: ¿Qué quisiera hacer en música que no haya hecho todavía?

Julio Estrada: Algo mejor, más cargado de sentido, emoción, felicidad y calidad.

35. R.P.: ¿Qué diría Julio Estrada de Julio Estrada?

Julio Estrada: Vivo para crear, investigar y enseñar a otros todo lo que conozco, para cuidar de mi familia y para retener el recuerdo entrañable de mis padres y, en especial, el de alguien sin cuyo amor y compañía no habría podido subsistir, mi Velia.


                                                                  Julio Estrada, México,Temixco, Junio 2014

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