Kaija Saariaho (Compositora) 

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«El universo sensitivo de Saariaho en Ensems»

22/09/2021

Una crítica de Daniel Martínez Babiloni para El Compositor Habla.

«El universo sensitivo de Saariaho en Ensems»

Valencia 17 de septiembre de 2021
Daniel Martínez Babiloni

Valencia. Festival Ensems. Palau de Les Arts. Kaija Saariaho: Circle Maps y D’om le Vrai Sens. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Karl Kriikku, clarinete. Juanjo Mena, director.



Si algo le faltaba a la Orquesta de la Comunidad Valenciana (OCV) era adentrarse en el repertorio reciente con regularidad y con la solvencia que lo hizo en su colaboración con el Festival Ensems. Lo demostró en Fin de partie, de György Kurtág, aún no hace un año, y lo ha vuelto a poner de manifiesto en las páginas de Kaija Saariaho que interpretó la tarde del pasado viernes. Consecuentemente, además de ser una de las mejores agrupaciones de foso de Europa, se ha convertido en un referente en la interpretación de la música de creación actual. Al frente del conjunto estuvo en esta ocasión Juanjo Mena, cuya presencia en la temporada pasada y en el inicio de la actual también augura una relación estable y frutífera (no dirigía la OCV desde 2007).



El concierto comenzó con el estreno en España de Circle Map (2012), una pieza en la que Saariaho aúna voz, poesía y arquitectura. Una voz masculina grave, lanzada por un sintetizador, recita en persa seis cuartetos escritos en el siglo XIII por Rumi, un poeta nacido en el actual Afganistán. De dicho recitado la compositora aprovecha su espectro armónico, para crear en la orquesta una envolvente sonora, y su tímbrica y ritmo, para reproducirlos en el conjunto en varias ocasiones. Además, a la parte electrónica le confiere cierto carácter interpelativo, ya que establece un “Diálogo” (título del inquietante quinto movimiento, muy bien resuelto por la OCV) con algunos solistas o familias instrumentales.

El componente arquitectónico procede del lugar donde se estrenó la obra. Fue pensada para que sonara por primera vez en el almacén redondo (Gashouder) de la antigua Westergasfabriek de Ámsterdam, convertida en un animado contenedor cultural. Con ello la autora potencia, por una parte, la envolvente sonora que comentábamos, y, por otra, el sentido poético de la página: ese viaje circular (como la sala) que se inicia con el “Viento de la mañana”, poco sutil en los primeros compases que escuchamos, y concluye con un mensaje diáfano: “Día y noche, música”; solo música. Una música que Mena conoce bien, ya que la estrenó en EE.UU. al frente de la Boston Symphony, una de las seis orquestas que encargaron la partitura a Saariaho.
 
El segundo movimiento, “Muros que se cierran”, sugiere un deambular interior y opresivo ante la falta del otro. Los versos, que hubiera sido interesante leer en el programa de mano, dicen: “Verte me cura / Al no verte, siento que las paredes se cierran / No desearía a nadie más / tal ausencia”. Sin embargo, a pesar de tan concluyente intención, la orquesta más pareció perorar que buscarse a sí misma. Por el contrario, “Círculos”, tercer movimiento y epicentro de la obra, tuvo el adecuado carácter cinético gracias a la acertada actuación de la sección de percusión.
 
D’om le Vrai Sens (2010) es una composición inspirada por la fantasía reproducida en el tapiz medieval La dama y el unicornio, albergado en el Musée de Cluny de París. A partir de él, la compositora finesa reflexiona con sonidos sobre la percepción, en una narración que intenta reflejar sensaciones sonoras, además de visuales, olfativas, táctiles y gustativas, añadiendo un movimiento final, “A mí único deseo”, extremando la subjetividad del mensaje: según Saariaho, ese posible “sexto sentido”, tal vez, podría ser el amor, la emoción...
 
De este modo, un brillantísimo Karl Kriikku, no solo en lo musical sino también en lo performativo, cual intrépido y audaz unicornio, trepó por las escaleras que llevan al empinado coro del Auditori, por cierto, nada cómodas. Con suma agilidad bailó, se movió y pasó de un lugar a otro del escenario, con lo que, además de dejarse ver, se hizo escuchar alto y claro. El solista lució un amplísimo abanico de emisiones y recursos, y una portentosa técnica respiratoria, que le permitió realizar tan esforzado ejercicio físico sin merma alguna en la calidad del sonido, fraseo y efectos.
 
Todo, después de convertir una de las entradas laterales a la sala en el primer movimiento, “El oído”, en una terrorífica boca, como la del orco de los Jardines Orsini de Bomarzo, para atravesarla con un chorro sonoro sin que lo viéramos. Mena, con dirección clara y corpografías expresivas, y la orquesta facilitaron un entorno cómodo para el clarinetista, preciso en lo rítmico, efectista cuando tenía que serlo (para complacencia del público) y un tanto más pulido en lo tímbrico que Circle Maps. Entre los profesores de la orquesta, destacó la intervención del trompeta solista con la recurrente llamada al modo de La pregunta sin respuesta, de Charles Ives, uno de los elementos que unifican y dan continuidad la partitura.
 
Por último, hay que agradecer a Kriikku que mostrara su gran sentido del humor. Regaló una propina que no desvelaremos, por si la repite en otros auditorios. 

 

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