1. Ruth Prieto: Usted es compositor, gestor musical y también profesor, en su opinión, ¿cómo es el acercamiento a la música contemporánea y a la nueva música, como profesores, programadores, compositores… se enseña, se divulga, se explica bien?, ¿nos estamos equivocando? ¿Qué le falta hoy en día a la difusión de la música de los siglos XX y XXI?
Enric Riu: La mayoría de la música culta o “seria” (tomo el término de la denominación alemana “ernste” por contraposición a la “unterhaltungs Musik” o “música ligera”) no es conocida más que por un público especializado, muy minoritario, que posee un elevado nivel intelectual y de conocimiento sobre el tema. A las salas de conciertos (por lo menos en nuestro país) la música culta actual llega en cuentagotas.
La enseñanza obligatoria, muy focalizada actualmente en desarrollar la interpretación como antítesis al aburrimiento que hasta hace poco había sido la clase de música, sigue olvidando el potencial crítico y de desarrollo del pensamiento que ésta contiene y favorece… por lo que no se habla tampoco -¡ni mucho menos!- de la música culta de hoy en día. No es, por tanto, materia de divulgación; esta percepción es amplia y clara, y un análisis con voluntad causal puede resultar sorprendente y dilucidador.
2. R.P.: Además es usted investigador y está desarrollando la que es su segunda tesis (en la que profundiza sobre la relación trilateral compositor – intérprete – público, sugiriendo que se ha producido una ruptura importante) sobre:
“Nueva música: reencontrarse con el público”, ¿cuándo se produce ese desencuentro y por qué?
Enric Riu: Efectivamente, hace ya años que investigo las causas de la incomunicación extrema a la que ha llegado gran parte de la “música seria” actual - siempre en términos occidentales.
Parece que el divorcio con el público empezó en las torres de marfil de los compositores románticos, aunque en plena época efervescente de lucha de clases, y hasta bien entrado el s. XX, aún los ricos la siguieron manteniendo como símbolo de distinción. Pero a partir de las propuestas dodecafonistas y atonalistas de la II Escuela de Viena (que ya tuvieron poca aceptación en su momento) esa separación se fue agrandando de modo exponencial. Terminada la II Guerra Mundial, y como resultado de una fuerte demanda de ocio que permitiera olvidar el desastre pasado, apareció el Rock, que devino en emblema para una nueva juventud y, por esa misma razón, rápidamente se convirtió en un producto de consumo masivo. El capitalismo, el mayor ganador de la guerra, se apoderó oportunamente de esa atractivísima parcela y, como cabía esperar, la desvirtuó hasta donde pudo -y sigue siendo así- en pro de sus intereses (Campbell Robinson, Buck & Cuthbert. Music at the Margins. 1991).
La música culta contemporánea, por tanto, alejada ya por clasismo y por exceso de experimentación, quedó prácticamente marginada. Como consecuencia, los compositores “serios”, viendo que su producto salía de casi cualquier mercado, olvidaron definitivamente al público, y éste, abocándose de buena gana a los productos capitalistas de ocio -mucho más sencillos de entender, aunque sólo sea por premeditada manipulación en la inmensa mayoría de los casos- olvida a su vez a la “música seria”.
Ahora bien, llegados a este punto me inquietan personalmente algunas cuestiones, como por ejemplo si dar la batalla contra el capitalismo por perdida debía llevar inevitablemente a un alejamiento extremo con el público, y después de haber adoptado esa postura aún me preguntaría si tiene sentido crear música a sabiendas de que no tiene público: ¿cuál sería entonces su función? ¿Sigue tratándose, pues, de un acto de comunicación, aun faltándole elementos que lo caracterizan esencialmente?
3. R.P.: Usted comenta que:
“desde principios del siglo XX, y coincidiendo con la aparición de la atonalidad de la II Escuela de Viena, la música culta ha experimentado una separación del público que se ha ido agravando con el paso del tiempo”, pero por otro lado esto no es algo que pasa con la música pop, ¿qué le falta y qué le sobra a la música contemporánea?
Enric Riu: El enfoque con la música pop es distinto. Existe una música pop de intención comercial que va a lo que el público tiene más interiorizado, a lo que no pedirá ningún tipo de esfuerzo intelectual, y que usa de estructuras, armonías, ritmos y melodías perfectamente asumidas, carentes de riesgo (la música comercial es extremadamente simplista y conservadora). Ahí es donde una mayoría de “artistas” quieren acceder porque es el sector potencialmente más lucrativo.
Pero también existe otro sector pop no comercial, que realiza propuestas poco convencionales, y que permanece en un cierto anonimato porque suele ser aceptado sólo por públicos minoritarios, ergo: no es potencialmente tan lucrativo. Aquí se pueden encontrar auténticos tesoros, artistas verdaderos dotados de gran talento que ofrecen productos de mucha calidad e imaginación. Yo pienso que una parte importante de estos artistas siguen ansiando comunicar, buscan un público para mirarle honestamente a los ojos y esperan obtener una respuesta sincera.
Personalmente tengo la sensación de que gran parte de la “música seria” que se hace hoy carece en buena medida de toda esa voluntad de comunicación, y quizás para demostrarlo bastaría con algo tan sencillo como preguntar a los compositores hasta qué punto les preocupa el público.
4. R.P.: ¿Tenemos mucho que aprender de la música pop?
Enric Riu: Quizás sí de la no comercial. Pero lo primordial, posiblemente, sea hacerse un planteamiento filosófico, crítico y profundo en el que los compositores nos cuestionemos con sinceridad hasta qué punto queremos transmitir algo, a quién se lo queremos transmitir, y si, a través del lenguaje que utilizamos, ese mensaje realmente llegará. No se trata de sacrificar contenidos, ni mucho menos de rebajar la calidad, al contrario, pues si se quiere a un oyente crítico, la estrategia no puede buscarse en esos parámetros. Pero sí hay que procurar herramientas que favorezcan de nuevo esa relación.
5. R.P.: Entre las causas del desencuentro habla usted de una excesiva intelectualización del lenguaje, ¿qué nos puede comentar de este aspecto?
Enric Riu: En la música de los últimos años se ha dado demasiado protagonismo, por un lado, a los malabares de los intérpretes (que no a ellos por sí mismos) que, por ejemplo, en el esfuerzo por emitir un cierto sonido hipermatizado ofrecen con frecuencia un espectáculo más visual que sonoro: es puro culto a la dificultad, poca música hay en ello.
Por otro lado, el fetichismo de la partitura del que habla Ch. Small en Musicking (1998) hace ya años que está instalado en círculos de diletantes de las clases altas y medias-altas: se quiere un símbolo tangible de la música en lugar de a la música misma… con lo que vuelve a prevalecer lo visual por encima de lo sonoro.
Pero, además, en alguna música culta actual existe un cierto gusto exagerado por la experimentación -a veces tan sólo escrita- que acaba resultando extremadamente exigente tanto para el intérprete como, por supuesto, para los oyentes. No dudo en absoluto que ha habido mentes preclaras que han necesitado de esa complejidad para expresarse, aunque también pienso que han sido, como en cada época, en cada estética o en cada escuela, tan sólo unos pocos. Lo que para mí no es aceptable son las cohortes de turiferarios que, fascinados por esa complejidad escrita, han decidido refugiarse en ella para desarrollarse onanísticamente en presuntos lenguajes que, lejos de comunicar, son tan sólo abstrusos y que, en un buen número de casos, apenas esconden una mediocre -si no nula- creatividad. Justamente a esto me refiero cuando hablo de sobreintelectualización del lenguaje.
Cierto es que la entrada del capitalismo en la música ha narcotizado premeditadamente y en todo el mundo a millones de oyentes durante años, ha causado un daño enorme. Pero ese desastre no se combate sobreintelectualizando una parte de la música, eso tan sólo la aleja más aún; es como intentar apagar el fuego con gasolina.
6. R.P.: Y usted como compositor, ¿cómo es su música?
Enric Riu: En el intento por buscar soluciones al problema de la desconexión con el público llegué, en primer lugar, a la conclusión de que debía restablecer el equilibrio básico que, de hecho, caracteriza toda relación de comunicación humana (dentro de un dinamismo emocional imprescindible). Para ello decidí contar mucho más con el intérprete, por el simple hecho de que él es quien en realidad afronta al público durante el acto de comunicación. Su profundo conocimiento del instrumento, su capacidad para saber en cada ocasión la cualidad y/o cantidad del público, así como el lugar donde se llevará a cabo la audición, etc. Le ponen en una situación de ventaja que me puede resultar extremadamente beneficiosa como transmisor. Por tanto, estaba buscando a un intérprete con el que quería priorizar el concepto de la obra y la atención al acto de comunicación por encima de la técnica o la exactitud de lectura. De aplicar estos cambios de prioridades surgen obras más dúctiles, mucho más orgánicas (se obtienen resultados distintos, por ejemplo, en función del estado de ánimo del intérprete), de soberanía compartida, si se quiere, pero muy ricas y mucho más efectivas en su cometido.
7. R.P.: ¿Cuáles son sus influencias a la hora de hacer música?
Enric Riu: A lo largo de mi vida he tenido numerosos referentes y en diferentes medidas. El primero, a través de Benet Casablancas -del que recibí clases durante un par de años- fue Anton Webern; ya en Viena, recibí mucha instrucción sobre Berg i Schönberg. Durante esos mismos años aprendí a abstraer y, algo obsesionado por encontrar un lenguaje propio pasé por Palestrina, Bach, Haydn, Mozart, Wagner, Ligeti, Cristóbal Halffter, mi profesor Michael Jarrell, Brian Ferneyhough... más recientemente, y mucho menos obsesionado por el lenguaje, y más por comunicarme, entré en el mundo de Feldman y Christian Wolf, ... pero también me han influenciado, sobre todo desde un punto de vista más conceptual, la música punk, John Cage y el movimiento Fluxus, la música del África subsahariana occidental y la improvisación libre.
8. R.P.: ¿Cómo ve usted la panorámica actual de la música contemporánea?
Enric Riu: Es un mundo muy minoritario, poco variado en sí mismo; creo que se define correctamente en la autodestrucción. Por supuesto, existen unos pocos genios, como en cada época, que serán reconocidos, de eso estoy seguro y además ya lo he dicho anteriormente, aunque también pienso que no serán los que creemos que lo son ahora.
9. R.P.: ¿Cómo compositor, se puede hacer algo nuevo, original que aporte autenticidad y por otro lado que interese más al público?
Enric Riu: Estoy plenamente convencido de que sí pero, en primer lugar, hay que hacer autocrítica y tener la voluntad de desenrocarse. Luego, más o menos, lo que ha caracterizado a un buen artista en cualquier otro momento de la historia: tener mentalidad divergente, tener algo qué decir, talento y originalidad para hacerlo, honestidad, y ganas de trabajar.
10. R.P.: ¿Cómo podría ser un posible nuevo enfoque que facilite la relación público-compositor?
Enric Riu: La mayor complicidad con el intérprete es un gran recurso. Pero la multidisciplinareidad también ofrece muchísimas posibilidades para mejorar la comunicación del mensaje artístico. Yo sigo investigando en ello y lo encuentro realmente apasionante. La conclusión más clara, de momento, es que hay que ser más humilde y generoso.
11. R.P.: ¿Cuáles son sus próximos proyectos? ¿En qué obra está trabajando ahora?
Enric Riu: Estoy trabajando en tres proyectos: dos de ellos son sendos “Sound Portrait” para órgano y trombón, encargos de dos estupendos intérpretes (J. Ll. Viladot y J. Pons, respectivamente), y un multidisciplinar que a nivel sonoro será íntegramente electrónico, y que no tengo claro si compartirá escenario con danza, luces y/o imagen; este lo estrenaría Joan Bagés en junio.
Las fotografías de Enric son de su archivo personal y han sido facilitadas amablemente por el compositor para esta entrevista.
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