ISSN 2605-2318

Entrevistas

«Quédate En Casa» 39. Miguel Álvarez-Fernández


06/05/2020

Trigésimo noveno día de nuestro «Quédate En Casa» 39, con el artista sonoro y compositor madrileño, quien comparte con nosotros reflexiones y sugerencias musicales.

 
Miguel Álvarez-Fernández, Madrid 1979. Combina su actividad como artista sonoro con la investigación teórica acerca de este ámbito creativo y el trabajo como productor y comisario. Realizó estudios de composición en el conservatorio de San Lorenzo de El Escorial, que después continuó en Alemania (Darmstadt, Kürten, Berlín), y en LIEM/CDMC, Gabinete de Música Electroacústica de Cuenca, Aula de Música de Alcalá de Henares. En 2004 obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados en el Departamento de Historia del Arte y Musicología de la Universidad de Oviedo con su trabajo de investigación “Voz y música electroacústica: una propuesta metodológica”.
Sus composiciones e instalaciones sonoras se han presentado en ciudades de todo el mundo. En 2011 recibió el IV Premio "Cura Castillejo". Sus textos han aparecido en numerosos catálogos y publicaciones internacionales. Ha impartido docencia en el Departamento de Musicología de la Universidad de Oviedo, en el Estudio de Música Electrónica de la Universidad Técnica (TU) de Berlín y desde 2012 es profesor de la asignatura de “Pensamiento musical” dentro del Grado en Creación Musical de la Universidad Europea de Madrid. El trabajo artístico y teórico de Miguel Álvarez-Fernández se complementa con su trabajo como comisario de proyectos de arte sonoro y con su labor, desde 2008, como director y presentador del programa radiofónico semanal Ars Sonora en Radio Clásica de Radio Nacional de España, que puede escucharse en la noche de los viernes.

Hablo con él y me dice...

«En contra de lo que inicialmente cabría prever y desear, el ritmo de trabajo no ha aumentado particularmente en estas semanas, en las que se han volatilizado tantos compromisos sociales. La desorientación y la tristeza por todo lo que está sucediendo dificulta mucho sumergirse en procesos de escucha o de escritura, especialmente cuando éstos se proyectan hacia un futuro que ahora se dibuja muy borroso. Lo que se difumina, más allá de la concreción en el calendario de un concierto o una inauguración, es todo un estado de cosas. Una normalidad cuyo carácter ficticio queda ahora patéticamente en evidencia.
Las dificultades para prever a qué se parecerá la situación general en la que nos encontraremos dentro de unos meses afectan —de manera muy radical— al desarrollo de propuestas que siempre toman en consideración, precisamente, las circunstancias específicas de su tiempo y su lugar.
En este sentido, los particulares desafíos estéticos implicados en los dos principales proyectos musicales en los que estaba involucrado —en ambos casos en colaboración con el ex cantaor flamenco Niño de Elche, y relacionados con el trabajo del artista José Val del Omar (1904-1982)— han visto multiplicada su complejidad: en nuestra aproximación al legado valdelomariano propiciada por la invitación del Museo Reina Sofía para desarrollar una nueva pieza a partir del “Auto Sacramental Invisible” —proyecto del autor granadino que, fechado en 1951, puede considerarse la primera instalación sonora de la historia— era para nosotros importante escuchar, desde la contemporaneidad, esa investigación poética tan reveladora de muchos aspectos del momento histórico en que fue creada. Para todo ello está resultando fundamental la complicidad en el proyecto de Lluís Alexandre Casanovas, actualmente el mayor experto en la obra de Val del Omar (objeto de estudio de su tesis doctoral, realizada en la Universidad de Princeton), que además de ser responsable de toda la dimensión visual de la nueva instalación continúa aportando desde Nueva York, donde reside, claves acerca de ese complejo contexto.
 
En el guion del “Auto Sacramental Invisible” —fuente documental principal en la que basamos nuestro trabajo— se vislumbra constantemente ese grisáceo primer franquismo, que en la aguda consciencia de Val del Omar resuena junto a los ecos de la Segunda Guerra Mundial, de Auschwitz, del entonces novedoso terror atómico, de la irrupción de la sociedad de consumo y de muchos otros elementos del zeitgeist que el mecamístico quiso hacer vibrar a través de una veintena de altavoces distribuidos en el espacio. Pues bien, lo que ha cambiado —radicalmente— en estos últimos días es la significación del sintagma “desde la contemporaneidad”, tal y como aparecía en el párrafo anterior. Ahora otros miedos empiezan a prefigurarse, a instalarse en nuestras conciencias, y cualquiera puede ya adivinar que devendrán tan característicos de nuestra época como los que se acaban de mencionar lo fueron en los años cincuenta del pasado siglo. Nos toca ahora navegar a través de esas sensaciones, tantear la oscuridad propia de estos repliegues temporales con la incertidumbre de una contemporaneidad en plena metamorfosis.
 
El otro proyecto compartido con Niño de Elche —y con tres jóvenes artistas catalanes vinculados a la escena musical electrónica barcelonesa, Nara is Neus, MANS O y Shelly— parte de una exploración del fascinante archivo sonoro de Val del Omar (cuya escucha y análisis hemos tenido ocasión de realizar desde septiembre de 2019 gracias a la ayuda del Centro de Residencias Artísticas de Matadero Madrid). La presentación de esa relectura del archivo sonoro valdelomariano estaba programada dentro del festival SONAR, en junio de 2020… pero es previsible que se cancele, lo cual nos obliga a replantear algunos aspectos esenciales del trabajo. Desde luego, ya estaba previsto que esa propuesta de concierto se presentase, más adelante, en diferentes festivales y teatros; sin embargo, quedan abiertos numerosos interrogantes que afectan profundamente no sólo a esta propuesta, sino —mucho más ampliamente— a los diferentes contextos en los que se han venido presentando trabajos artísticos vinculados a las diferentes disciplinas. Ahora solamente podemos —más bien debemos— asumir que esos contextos cambiarán, pero ignoramos de qué forma y en qué medida. ¿Se reducirán los aforos en salas de conciertos, festivales, teatros, centros expositivos, galerías de arte, cines…? ¿Evitaremos, también nosotros como público, acudir a eventos relativamente populosos?
 
Resulta paradójico enunciar estas preguntas para quien cultiva, disfruta y prefiere —tanto cuando asume el rol de público como cuando le toca estar al frente de algo— los contextos artísticos más bien reducidos, por no decir íntimos. Quizá sea la fuerza de la costumbre. Pero si, con carácter general, las sociedades actuales se ven conminadas a congregarse sólo en grupos pequeños, a evitar toda forma de masificación… posiblemente esto apareje otras transformaciones, incluso de carácter estético, es decir, en las formas de producción y recepción de aquello que seguimos —y seguiremos— describiendo como arte. Ello motiva, en estos días, algunas reflexiones derivadas de nuestros trabajos en el ámbito de la musicología.
 
En esencia, y aunque ahora se nos manifieste como un fenómeno novedoso, un análisis crítico de la historia de la música evidencia cómo los cambios sociales han ido determinando las sucesivas formas de relación con la creación artística —incluyendo, desde luego, la música— a través de las épocas. Por ejemplo, sin esa adolescencia primermundista que tras la Segunda Guerra Mundial por vez primera en la historia disponía de recursos económicos y tiempo de ocio, no habrían aparecido esos grandes conciertos al aire libre que siguen teniendo como referente los de Newport (tanto de jazz como de folk) o, años después, el de Woodstock, y que desde entonces se han multiplicado en forma de infinitas citas veraniegas autocalificadas como independientes (perdiéndose en el camino la dimensión contracultural que identificaba a estas propuestas en sus orígenes). O, por mirar un poco más hacia atrás: sin aquella emergente burguesía de finales del siglo XVIII y principios del XIX no habrían aparecido aquellas salas de concierto, tan diferentes de los palacios aristocráticos (no sólo en tamaño, sino —particularmente— en lo que se refiere a las condiciones de acceso), cuya estructura después han reproducido infinitos auditorios surgidos por todo el mundo.
 
Los respectivos proyectos estéticos de artistas como The Beatles —por poner un claro ejemplo relacionado con el primer caso citado— o Beethoven —por hacerlo respecto del segundo—, que supieron leer y adaptarse al nuevo y cambiante contexto que se inauguraba en sus respectivos momentos históricos, quizá pueda servir como inspiración en estos otros tiempos de transformación. Desde luego, estas metamorfosis —que, insistimos, no hacen sino trasladar al dominio estético las novedades sociales, es decir, económicas y políticas (pues siempre aparejan nuevas formas de relación entre nuestros semejantes)— no necesariamente suprimen las otras que venían operando con anterioridad. Pero sí las erosionan. Su pervivencia queda cuestionada. Como —esperemos que así suceda— la de tantos de nuestros hábitos anteriores, cuya justificación quizá ahora se manifieste todavía más complicada que antes, en aquel otro mundo que —debemos admitirlo cuanto antes— ya nunca volverá. De todos nosotros —también de los artistas— depende que esto pueda ser, en alguna medida —y pese a las terribles desgracias que esta crisis apareja—, una buena noticia.
 
En ese mismo terreno de las expectativas felices —y, más que posiblemente, ingenuas—, quizá este paréntesis existencial sirva también para potenciar el hábito de la lectura, tan poco extendido entre muchos de nuestros colegas músicos. También este parón existencial ha afectado a varios proyectos que desarrollaba en el ámbito editorial. De hecho, la presentación del libro titulado “Luis de Pablo: Inventario” (publicado por la editorial Casus Belli), donde se recogen las conversaciones con el ya nonagenario compositor que he tenido la oportunidad de compartir durante estos últimos años, hubo de suspenderse precisamente en la víspera de que se decretase el confinamiento. Afortunadamente, el proceso de distribución ya había comenzado, por lo que este ensayo dialogado está disponible a través de diferentes librerías con presencia en Internet.
 
Por otra parte, la editorial bilbaína Consonni se disponía a publicar, en estas semanas, otro ensayo que terminé hace muy poco: “La radio ante el micrófono. Voz, erotismo y sociedad de masas”. Sus páginas analizan la evolución del medio radiofónico (con un particular énfasis en prácticas artísticas que podrían describirse como “radioperformances”) en su relación con los fenómenos sociales y políticos más importantes del último siglo (particularmente, el auge de la sociedad de consumo y el surgimiento de los movimientos fascistas). Desde luego, ya no tiene sentido correr para que este volumen esté disponible en la Feria del Libro de Madrid —que ha quedado aplazada hasta el otoño—, pero cabe esperar que pronto pueda llegar a los lectores interesados.
 
El daño que esta crisis está ocasionando en el sector del libro —desde las editoriales hasta las librerías— es tan duro como el que azota al ámbito de las artes escénicas y la música o el del cine. Quizá, cuando sea oportuno, la conciencia ciudadana —unida a una acción política que necesariamente debe contribuir a reflotar estos sectores— consiga, dentro de sus ya erosionadas posibilidades, ponderar de nuevo el esfuerzo que representa acceder —tan fácilmente como lo veníamos haciendo— a esos libros, a esas representaciones, a esos conciertos, a esas películas… y asignar a todo ello un valor que pueda calificarse, simplemente, como justo.
 
Finalmente, quisiera dedicar aquí unas palabras al trabajo en Radio Clásica. O, más precisamente, al trabajo de Radio Clásica. El orgullo que uno siente al formar parte de este proyecto cultural —discreto pero constante, modesto pero fundamental…— se ha visto reforzado en estas últimas semanas. Una vez cerrados nuestros estudios en la Casa de la Radio de Prado del Rey, y ante el más que difícil panorama que se cernía sobre la continuidad de la programación —motivo por el cual otras emisoras han optado por recuperar contenidos previamente emitidos—, el equipo directivo liderado por Carlos Sandúa decidió, muy tempranamente, que tanto la plantilla como los colaboradores debíamos tener la posibilidad de —en caso de así desearlo— realizar nuestros respectivos programas desde casa. Para ello se nos han facilitado todos los medios —técnicos y humanos— disponibles, siempre con ese grado de excelencia que es característico en Radio Clásica. Y el resultado, como se puede comprobar al sintonizar ahora mismo la emisora, es que a través del teletrabajo se está manteniendo —con tremendos esfuerzos por parte de todos los compañeros, a quienes aplaudo desde aquí— una programación que refleja la unánime vocación de servicio público que da sentido, antes como ahora, a nuestra labor. Poca cosa, es cierto, si se compara con lo que están realizando los médicos y sanitarios en las últimas semanas. Pero, en cualquier caso, otro indicio —queremos pensar— de la importancia de un sector público cuya presencia y valoración en nuestra sociedad también habrá de ser objeto de profunda reflexión cuando lleguemos a ese indefinido “después” que ahora tanto deseamos.».
 


En el perfil de Miguel en nuestra web podéis encontrar mucha información sobre el compositor:

ECH-Miguel Álvarez-Fernández

He hablado con él muchas veces, en entrevista para El Compositor Habla, la última vez en abril de 2013, donde dijo cosas tan interesantes como esta:

No puedo entender la música como algo distinto de la política

Aprovecho también para traeros los 12 Itinerarios de Arte Sonoro que hizo para El Cmpositor Habla

... y estos vídeos con su música:
 
 
 
 


La fotografía de Miguel nos la ha facilitado el propio compositor de su archivo personal.


 

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