ISSN 2605-2318

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Simposio “Música y Significado”


18/07/2015

Entrevista. Hablamos con Luis Ángel de Benito, director de los Cursos de Análisis Musical de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (Cuenca), sobre el Simposio “Música y Significado”, que tendrá lugar los días 27 al 29 de julio de 2015.




























1. Ruth Prieto: ¿Cuáles son los objetivos del Simposio?

Luis Ángel de Benito: Pues queríamos exponer y contrastar ideas sobre esta situación que vivimos: crisis del concierto tradicional, envejecimiento del público, falta de gancho en cómo presentamos nuestra música, etc. Por eso el lema este año es “Entender, divulgar, reconquistar”.

2. R.P.: En estos tiempos de crisis, ¿también la música está en crisis?, ¿tenemos crisis de público?

Luis Ángel de Benito: Bueno, no hay más que mirar los auditorios (los nacionales y los otros): venerables y entrañables pelos plateados… (Yo voy camino de eso…) [Sonrisas]. Pero lo que te quiero decir es que la edad promedio del público clásico está en 74 años o algo así (según las encuestas que hicieron empresas de marketing, como Asimétrica), y eso es genial porque a mí ese público me encanta, pero no es proporcional a la pirámide de la población española. Es decir, no sólo no vienen los jóvenes, sino ¡¡ni siquiera los cuarentones!!... Una de las gerentes de un gran escenario musical madrileño me dijo: “El día que haya una neumonía gorda en Madrid, tenemos que cerrar”.

3. R.P.: ¿De qué manera este Simposio puede ayudar a “Entender", "divulgar" y sobre todo "reconquistar” a un público más general y más joven?

Luis Ángel de Benito: Bueno, van a venir gestores importantes como Félix Alcaraz, que es el director artístico de la Orquesta y Coro Nacionales, y que ha estado experimentando este año con modelos innovadores de conciertos (bandas sonoras con pantallones, conciertos cortísimos por la noche con aperitivos, el “Bach-Vermut”, conciertos comentados y guiados con los pantallones ésos, etc.) y se le ha llenado el Auditorio Nacional, y encima ha bajado muchísimo la edad promedio del público… Va a venir gente de la radio: Carlos Sandúa, director de Radio Clásica, que ahora le acusan de poner crossover en la sacrosanta Casa; Ana Vega Toscano, ahora autora de documentales en Radio Nacional; Fernando Palacios, que además es un gran pedagogo y tiene el don de envolver a todas las capas sociales-culturales digamos (dirigentes, profesores, niños, padres y madres, amos, esclavos…) en sus proyectos que son casi una locura y siempre tienen éxito. Vienen catedráticos de conservatorio como Enrique Rueda o Pedro Purroy. Vienen compositores atractivos como Fernando Velázquez (más conocido por sus pelis, aunque también compone sinfónico, por supuesto) o Guillermo Iriarte, que practica una tonalidad muy inaudita, algo así como “atonalidad triádica”…
 

"En fin, viene mucha gente y muy diferente, con la que esperamos solucionar esta crisis y todas las crisis, incluso las mundiales."
4. R.P.: ¿A quién va dirigido este Simposio?

Luis Ángel de Benito: Pues a músicos, profesores, compositores, etc. Y hace dos años lo empezamos a abrir a melómanos no músicos también, y fue un éxito de asistencia. Esta iniciativa de sentar a músicos técnicos con melómanos es muy importante. Yo pienso que los músicos hemos estado demasiado tiempo en Rapa-Nui. Parece que no pisábamos la calle. E incluso parecía que desdeñábamos a los no músicos y los mirábamos desde arriba o algo así. Ya casi parecíamos políticos ¿no?… [Sonrisas]… Yo creo que nos hace falta tener a los melómanos muy a nuestro lado, y saber qué piensan y qué sienten. Ya hemos hablado mucho de semicorcheas y séptimas disminuidas y espectrales por aquí y por allá. ¡Eso empieza a ser un gran rollazo autista -y casi inconducente, si me apuras-! Y eso lo digo yo que soy catedrático de Armonía en un Superior…Bueno, soy catedrático en funciones… Por eso puedo hablar con esta libertad… [Sonrisas]… Pero quiero decir que la música no la hacemos los músicos. El público es el fifty, el 50%. La evolución de la música no la marcan los músicos: la marca la gente. Beethoven sin el estímulo de su público no habría trascendido hasta nosotros. En cambio la música estupenda y genial y alucinante como la de Schoenberg o la de Pierre Boulez no ha ido a ningún sitio porque su música no es para un proyecto común, solidario, entre compositor y público. ¡Está ideada para Rapa-Nui, y en Rapa-Nui se ha quedado!... Por eso está al margen de nuestra cultura (excepto en el sub-mundo de las subvenciones).

5. R.P.: ¿Cuál es entonces su valoración del ´porqué´ de este envejecimiento del público?

Luis Ángel de Benito: Bueno, está claro: ofrecemos la música en fórmulas pensadas para épocas pretéritas. Entonces nos acuden públicos pretéritos. Me refiero a nuestros conciertos híper-serios e híper-litúrgicos, que parece que cuando estamos escuchando la Pastoral de Beethoven estamos viendo el Via Crucis o algo así. Ni siquiera en tiempos de Beethoven, ni de Liszt, ni de Brahms, las cosas eran tan estrictas. Los conciertos eran muy variados: aquí un cuarteto, luego una soprano, luego la estrella del piano, luego un solo de fagot, luego otra vez la estrella del piano con una orquesta... (Se pueden consultar los programas de los estrenos de Beethoven, los de Chopin, los de Mendelssohn, los conciertos de Clara Schumann, los de Liszt, ¡incluso los de Ravel!.) El concierto era un asunto lúdico, y no sacrosanto. La gente vitoreaba y aplaudía cuando quería (hasta cuando Brahms estrenó su Cuarta Sinfonía, el público le hizo repetir el Scherzo). Nosotros aquí hemos decidido que el público pague y calle, y miramos mal a un neófito que aplaude inocentemente después del primer movimiento (¡¡¡Chsssst!!!... ¡¡¡Chssst!!! enfurecidos...). Claro, ése no vuelve más. Pagar para que le riñan las multitudes... Tenemos saborcillo de secta esotérica. De manera que cuando digo "épocas pretéritas" no me refiero al variado y multicolor siglo XIX. Me refiero más bien a la Alemania nazi, que fue quien instauró esa moda de no aplaudir y callarse y someterse todo el mundo al director/dictador, o solista/dictador. Los nazis consiguieron imponer ese hábito sagrado en 1941 en París (que se resistió unos meses también en esto). Y ahora todos lo vemos tan normal. Pero los conciertos decimonónicos se parecían más a la última noche de los Proms o a los conciertos al aire libre del Wahldbüne de Berlín, que están llenos de parejas jóvenes, jóvenes sin pareja también, pero me refiero a parejas con hijos, niños con globos, gente en tirantes con pañuelos al viento, entrañables ancianos (por supuesto), pero gente "normal".
Así que eso por un lado. Puedo decir diciendo cosas ¿no?... Ah, vale... Por otro, digo yo que la diferencia entre la vitalidad, la ebullición del concierto decimonónico y la cosa gris de nuestros conciertos actuales es el papel de la llamada "música contemporánea". Vuelvo a mis "nostalgias": cuando Beethoven estrenaba casi cualquier cosa (sí, ya sé: excepto los últimos cuartetos) el teatro estaba lleno, los abonos se habían acabado días antes, y en Londres mismo cuando se estrenó la Novena Sinfonía hubo problemas de orden público. ¡Eso no tiene nada que ver con lo que pasa ahora cuando Tomás Marco o Lachenmann estrenan no sé qué!... Van sus esposas (o sea la esposa de cada uno digo; no es que sean polígamos... -bueno, Stockhausen sí lo era-), tres coleguis de su cuerda y algunos alumnos de Composición del Conservatorio y algunos oyentes despistados que han pagado el abono y se les ha olvidado llegar tarde porque a lo que vienen es al Concierto de Grieg. Tenemos un fuerte problema con lo que llamamos "música contemporánea", que suele referirse a un porcentaje muy pequeñito (atonal furibundo) de la creación musical actual, pero que parece que es la única que hay, y la única que se potencia desde las subvenciones y los concursos de composición.
En esta cuestión yo no tomo partido por nadie (aunque lo parece ¿no?): actúo como mero descriptor, como mero cronista de lo que pasa. Me hago eco de Alex Ross, que es un forofo de las vanguardias pero que reconoce que esto tiene un difícil futuro (bueno, y un difícil presente). A mí me da pena, pero es un error decir que Boulez es tan importante como Beethoven o algo así. Ojalá, pero no. Bach, Beethoven, Brahms, y todas las demás “Bs” y “Ws” y lo que sea tenían una sólida asociación con su público, que era cada vez más general y se hizo más abierto a medida que avanzaba el siglo XIX. Los compositores estaban asociados a su cultura, a su mundo real. Pero esto lo rompen los grandes genios individualistas del siglo XX, cuando empiezan a pensar en términos autistas de “sonido” y “sonoro” y “ondas” y no sé qué…
Claro, eso nos ha matado mucho, porque a la gente normal, incluida la gente muy inteligente, eso no suele interesarle. No tiene conexión con su vida. El aislacionismo conceptual que tenemos los músicos ha hecho mucho daño a la difusión. Sí, de acuerdo que podemos hablar de otros daños perpetrados por las multinacionales, la globalización de las conciencias, el “todo a cien”… Eso por supuesto… Pero la puntilla ha venido de nosotros mismos, de nuestro elitismo. Ése es el asesino. Nuestro aislacionismo es una forma de aristocracia. Tenemos un sueño de superioridad sobre los que escuchan a Shakira o a Los Pecos (que no sé si existen ya: eran de mis tiempos)… Y yo creo que esa mandanga de la superioridad moral, o intelectual, o no sé qué, es una cosa muy simplista. No es riguroso decir que quien escucha a Norah Jones está fatal del tarro o es más inculto que el que escucha a Xenakis. Ya nos ha explicado Gardner muy bien lo de las inteligencias múltiples.
"El gran error de los vanguardistas, o de la mal llamada “música contemporánea” (que, por cierto, es la que menos congéneres humanos contemporáneos escuchan), es pensar que la evolución viene por lo intelectual, que un arte es más evolucionado cuanta más carga intelectual ofrezca."
El culto de los conservatorios por el intelectualismo compositivo (real o aparente) es un error. ¡Eso nunca había pasado antes de 1920, ni con Beethoven ni con Bach ni con nadie! Eso de vindicar la faceta intelectual de Beethoven o Bach o Brahms por encima de sus demás facetas es un error, o un “barrer para casa” interesado de los que imparten Análisis en los conservatorios (que suelen ser compositores que no pueden vivir de la composición), o de los que escriben las notas al programa (que suelen ser compositores subvencionados o allegados a la movida). No digo "inteligencia": digo "intelectualismo". Beethoven y Bach y Brahms usaban su mente muy bien, como es natural… Pero sus mentes musicales no tienen nada que ver con las de Boulez o de Berio o de Stockhausen. Como dice el gran compositor José Peris, Bach -antes que cualquier otra cosa- “era un gran melodista porque, si no, no sería tan querido”. Antes que intelectualismo, en Beethoven y en Bach y en Mahler hay pasiones muy universales, y hay eso que decía Stravinsky: ¡“la sonrisa melódica”!, que es como su gesto de empatía, su mano tendida a la gente. El desprecio por la gente ha sido la lacra del siglo veinte (y perdón por hablar en verso).

6. R.P.: ¿Todos los profesores participantes en este simposium piensan como usted?

En estos simposios encuentras profesores o especialistas que contradicen mi cuestionamiento de las vanguardias. Por ejemplo mi amiga la compositora Alicia Díaz de la Fuente ha sido ponente allí 10 años y siempre ha planteado una heroica oposición a todo lo que yo decía (y viceversa). Ha sido una ponente-oponente. Y ha habido colegas míos más brillantes que yo (lo cual es fácil) que defienden en estos simposios que el problema de difundir a Tomás Marco, o a Lachenmann, o a Stockhausen, es una presunta incultura del público… Pero eso ya está muy viejo ¿no?... El público que aguanta una hora y media la Tercera de Mahler y no quiere saber nada de atonalismo (aunque lo haya intentado) no es un grupo de patanes ni de carcas. Mira Baricco, o aquí el escritor Félix Azúa, o ese columnista del New York Times Joe Queenan que ha publicado ese artículo tan gracioso “Confiésalo: te aburres tanto como yo”... O mira los millones de oyentes de música clásica, para abreviar. Son gente muy moderna y muy lista, y no tragan. En realidad es casi todo el mundo, incluyendo científicos y literatos y juristas y arquitectos y filósofos. ¡Hay que buscar otra explicación para este larguísimo divorcio!... Digo larguísimo porque viene desde 1908, de cuando Schoenberg compuso su primer cuarteto atonal, o de final atonal. Eso lleva más de cien años fracasando entre el público y siendo mantenido por las subvenciones. ¿No es llamativo?...

7. R.P.: ¿Por qué me recomendaría este Simposium?, ¿se lo recomendaría a todo el mundo?

Luis Ángel de Benito: A todo el mundo, incluso a los amantes de la música de Lachenmann y de Pierre Boulez. ¡Eso es lo mejor!... Los momentazos más calientes son los debates apasionados.
 
"Ahí hay gente que va para discutir. Se matricula para discutir. ¡Paga para discutir!... (Por lo general suelo ganar yo los debates, pero bueno)."
Y luego nos vamos juntos de terrazas (Cuenca es un preciosidad por el día y por la noche) y al día siguiente seguimos y al año siguiente volvemos…Se habla de muchas cosas, no sólo de eso. Ése es mi monotema. Pero van bailaores a presentar sus propuestas, pianistas, cantantes a decirnos cómo presentan sus recitales, van profes de secundaria y de primaria para darnos ideas de cómo iniciar al personal, va gente que ha montado emisoras de radio en su universidad, se proyectan vídeos experimentales… Es muy heterogéneo. Estamos aceptando propuestas de comunicaciones hasta el 20 de mayo más o menos.

8. R.P.: Usted que conduce un programa en Radio Clásica llamado Música y Significado, desde hace seis años. ¿Tiene significado la música?

Luis Ángel de Benito: Todas las cosas significan. Todo: una silla, una bufanda, unas nubes… Y, por supuesto, una sinfonía, una secuencia sonora (aunque sea de Berio)… No tiene nada que ver con la intención del autor. Los significados se forjan en la conciencia del receptor. Se le puede dar un significado a la Quinta de Beethoven, por ejemplo, aunque él nunca lo haya indicado. Eso es lo que la humanidad ha hecho siempre: atribuir significados a lo que percibe. Es lo que decía Susanne Langer ¿no?, que nuestra especie se diferenciaba de las otras en nuestra capacidad de construir símbolos… Esos significados, cuando han sido muy colectivos, se han hecho, digamos, objetivables: ahí tienes toda la retórica musical con sus hipotiposis, o la teoría de los tópicos en el Clasicismo y el Romanticismo (te recomiendo a Tarasti, a Marta Grabocz y a Hatten). Pero vamos, quizá lo que más nos puede aclarar –que es lo que me recomendó mi amiga filósofa Rita López Panach en el último simposio- es leer al “segundo” Wittgenstein sobre todo esto: resulta que, en definitiva, el significado depende del uso de la gente. No es cosa del autor, sino de la gente. Esto cambia nuestro concepto autoritario y divino y pontificio del compositor, pero es así.

9. R.P.: ¿Quisiera añadir algo más?

Luis Ángel de Benito: Bueno, me lo pensaré. Jajajaja… Y te doy una frase más, del filósofo analítico Peter Kivy: “La música absoluta es literalmente la nada absoluta”. Una buena frase para acabar esta agradable conversación. Te agradezco mucho esta pequeña entrevista. Ha sido un auténtico placer que me hayas dejado expresar mis sentimientos más íntimos  sobre Tomás Marco y ésos. Y enhorabuena por esa web tan esplendorosa que lleváis. Que tengas todo el éxito del mundo.

Más información en:  https://www.facebook.com/musicaysignificado?hc_location=ufi

 

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