ISSN 2605-2318

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Reportaje sobre el 45 Festival Ensems. Parte 3: De lo prescindible a lo trascendente.


05/10/2023

Nuestro colaborador Paco Yáñez ha estado a pie de obra en la 45 edición del Festival valenciano. A lo largo de cuatro entregas va a hacer un repaso personal y detallado de todo lo que ha tenido lugar. Vamos con la tercera entrega.

 

Parte 3: De lo prescindible a lo trascendente.
Paco Yáñez
 
Valencia, 23 de septiembre de 2023. Palau de les Arts. Syntagma Piano Duo. Ángel Faraldo, electrónica. Orquestra de València. Nacho de Paz, director. Brigitta Muntendorf: Trilogie für zwei Flügel. György Ligeti: Lontano. Fran Barajas: Mutatis mutandis. Àngela Gómez: Del vermell de l'agalla. Witold Lutosławski: Sinfonía nº3.  


 
Tras haberse adentrando en las derivaciones del neoconceptualismo, de la mano del concierto titulado Cyborg Music, el Festival Ensems volvió, en la jornada del 23 de septiembre, a visitar algunas de las propuestas que reflexionan en nuestro tiempo sobre la relación entre la música, el cuerpo humano, la sociología y las nuevas tecnologías: uno de los tópicos más candentes y polémicos del arte actual.
 
Syntagma Piano Duo
 
Para dar una nueva vuelta de tuerca a tales debates, a Ensems llegó la música de la compositora alemana Brigitta Muntendorf, por medio de Trilogie für zwei Flügel (2014-18), en una estupenda interpretación del Syntagma Piano Duo, acompañados por Ángel Faraldo a los mandos de la electrónica.
 
De nuevo, el concierto tuvo lugar en la vertiginosa Aula Magistral del Palau de les Arts: sala de pronunciada verticalidad que facilita al público el ver las cajas de los pianos y las acciones extendidas realizadas en su interior, así como los gestos de los músicos. A mayores, la propia acústica del recinto crea una experiencia muy envolvente, que se refuerza con el enorme trabajo realizado por Faraldo, que ha proyectado el tratamiento electroacústico de la obra y sus dualismos entre la presencia y la ausencia, generando la sensación de estar dentro de una sociedad constantemente visitada por presencias huidizas.
 
Sociedad, y organismo, pues Trilogie für zwei Flügel es una partitura que, como suele ser habitual en el Nuevo Conceptualismo, reflexiona intensamente sobre el cuerpo humano y su fisiología, confiriendo un gran realce a la fisicidad del tacto, por lo que, a lo largo de las tres partes que conforman la obra, con sus manos los dos pianistas del Syntagma, Carolina Santiago y Francisco Martí, han ido desvelando la sonoridad de su propio cuerpo; pero, también, su roce contra las banquetas o el filtrado de sus voces al interponer la mano al proyectar el aire.
 
A dichas técnicas de naturaleza extendida se suman ataques al teclado análogas a las escuchadas en Guero (1969-70), de Helmut Lachenmann, con su sordo arpegio; si bien, en conjunto, estamos ante una partitura con más efectismo que sustancia, ante un virtuosismo vacío que mezcla armonía, ruidismo y voz, a mayores de lo propiamente electrónico: entramado que se acerca y distancia del dúo pianístico constantemente, creando capas de sonido(s) más o menos intrincadas, así como reforzando el carácter de trío del conjunto, por la importancia que lo electroacústico adquiere para esculpir lo musical y dar salida a lo que las notas al programa nos dicen que es un empeño por evocar sucesivamente «lo efímero, la resonancia permanente, la memoria, el logos».
 
Todo ello —también según las notas al programa—, profundizando en las «paradojas de la presencia y la ausencia a través de la música», así como en las distintas calidades de los instrumentos para mostrarlas, pues el Syntagma Piano Duo utilizó no sólo los pianos de cola convencionales, sino pequeños teclados eléctricos, en los que, de nuevo, ha faltado ambición y carácter, búsqueda de una exploración del medio más profunda y artística, quedando lo escuchado el pasado 23 de septiembre en un cúmulo de ocurrencias un tanto naíf.
 
Si tuviese que destacar algo de Trilogie für zwei Flügel, serían sus pasajes más virtuosísticamente polirrítmicos en oleadas de crescendi, expuestos con un poderío y una definición técnica exquisita, por parte de Carolina Santiago y Francisco Martí, dos pianistas que han mostrado una firme convicción en la música que han defendido, sumándose al gran trabajo y a la análoga fe en este repertorio expresada un día antes en Ensems por Klexos, lo que evidencia que hay toda una hornada de jóvenes intérpretes que ha hecho suyas estas propuestas entre lo neoconceptual y el multimedia: generación Z (si es que uno no se pierde ya en el abecedario sociológico) que ha vivido desde la infancia esa hibridación entre lo real y lo virtual, así como el mestizaje de estilos musicales y el cuestionamiento de las jerarquías y escalas de valor tradicionales, tal y como Brigitta Muntendorf evidencia en su música.
 
Ahora bien, creo que estamos ante movimientos en los que las estéticas pop y la música comercial tienen un peso excesivo que desvaloriza la sustancia artística de sus propuestas musicales, produciéndose un corte con toda una arborescencia del estilo contra la que algunos de estos compositores, incluso, se rebela, como es el caso de Johannes Kreidler, contraponiendo propuestas de bajísima estofa. No cae tan bajo Trilogie für zwei Flügel, pero, si pensamos en piezas para piano realmente poéticas y potentes de nuestro tiempo, desde Stefan Prins a Salvatore Sciarrino, de Toshio Hosokawa a Brian Ferneyhough (entre tantos otros), la partitura de Brigitta Muntendorf no parece más que destinada a ser flor de una generación y pasto del olvido.

 
 
Orquestra de València
 
En absoluto habrán de caer en dicho olvido, al menos, dos de las partituras presentes en el último concierto del jueves 23 de septiembre en Ensems, pues hablamos de dos obras maestras del siglo XX: Lontano (1967), de György Ligeti, y la Sinfonía nº3 (1973-83) de Witold Lutosławski.
 
Fue una Orquestra de València en estado de gracia la que se encargó de darles forma en el Auditori del Palau de les Arts: sala de grandes dimensiones y acústica no demasiado agradecida para las cuerdas, mientras que maderas, metales y percusión sí proyectan con mucha más presencia y personalidad, como si la concepción de la acústica estuviese pensada para una banda, precisamente, valenciana.
 
Me consta que de ello fue consciente el director ovetense Nacho de Paz, artífice, desde el podio, de unos resultados musicales primorosos que cuesta creer que pueda alcanzar una orquesta tan poco habituada a este repertorio. Fruto de un trabajo en profundidad durante los días previos al concierto, dichos ensayos depararon no sólo una más que correcta ejecución técnica, sino interpretaciones plenas de estilo, abundantes en detalles y de una personalidad muy acusada, algo que se agradece, pues, aunque no se trate de partituras archigrabadas, sí contamos con registros fonográficos de orquestas tan distinguidas como las filarmónicas de Berlín o Viena, así como de directores como Claudio Abbado, Jonathan Nott, Esa-Pekka Salonen o del propio Lutosławski.
 
En el caso de Lontano, la Orquestra de València y Nacho de Paz han apostado por vivificar los colores orquestales, haciéndolos muy fluidos, sin corte alguno en las redes y tejidos micropolifónicos que recorren la formación levantina, lo cual redunda en una versión muy compacta, donde sería un riesgo que apareciesen bajadas de nivel o rupturas de la tensión armónica tan especial que Ligeti construye en una pieza tan influida —como lo fueran Apparitions (1958-59) y Atmosphères (1961)— por la música electrónica, con su intrincada continuidad y arcos (llamémosle así) en los que el sonido se liga totalmente empastado.
 
De hecho, las irrupciones más rugosas en las maderas graves brotan entre el continuo cromático de la Orquestra de València con una belleza propia, pero reintegrándose una y otra vez de forma lógica en esta gran reformulación, asimismo, de la polifonía renacentista: aspecto en el que ha hecho hincapié un director, Nacho de Paz, que por muy etiquetado que esté como especialista en contemporánea, nunca deja de mostrar esos vínculos de la modernidad con la tradición, evidenciando los fértiles rizomas del estilo. Su forma de concebir el final de Lontano en Valencia me ha parecido subyugante, con una gran generosidad en tempo y respiración de las reverberaciones orquestales, lo que ha transformado a la formación levantina, en los últimos compases, en una suerte de gran órgano, cuyo continuo ha evocado los tan masivos paisajes de Volumina (1961-62, rev. 1966): otra auténtica genialidad ligetiana que tantos aspectos técnicos y estéticos comparte con Lontano en esa década prodigiosa que para el compositor húngaro fue la de los años sesenta.
 
Tras semejante monumento orquestal, tan bien interpretado y que tan buen sabor de boca nos ha dejado, turno fue para el estreno absoluto de Mutatis mutandis (2023), partitura para orquesta del joven compositor español nacido en Colombia Fran Barajas.
 
Nos dicen las notas al programa que Mutatis mutandis «apela tanto a la preocupación formal como a la memoria de la escritura sinfónica para aplicar diversos filtros que metamorfizan un material difuso para exponer múltiples palimpsestos sonoros», algo que resulta evidente por la profusión de lenguajes, técnicas y estilos que se citan en la partitura, mostrando cómo su autor se encuentra en proceso de búsqueda, explorando diversas formas de construcción musical, al tiempo que refrendando una acusada tendencia —como tantos compositores de su edad— a un neo-poliestilismo que conjuga desde músicas populares y armonías clásicas a técnicas extendidas derivadas de la musique concrète instrumentale lachenmanniana.
 
También, como emanada del título de la partitura, no es de extrañar la profusión rítmica que Fran Barajas nos ofrece en la orquesta, menos diversificada de lo que inicialmente nos podría parecer, pues prima en el comienzo una voluntad de rigor y estructuración del aparato orquestal, trabajando grandes bloques de ritmos que van articulando una arquitectura métrica muy meditada.
 
Tras ese comienzo tan poderosamente rítmico, Mutatis mutandis se adentra en lo sensual, por medio de un lenguaje orquestal muy refinado y preciosista, repleto de ecos, colores y destellos que van disgregando, progresivamente, los bloques más homogéneos que capitalizaban el comienzo de la obra. La orquesta, así, aprende su propio potencial y organismos internos, adelgazando su volumen hasta convertirse en una serie de grupos de cámara: nueva muestra del buen conocimiento que Barajas tiene de la tradición y de los procedimientos análogos realizados en sus piezas orquestales por compositores como Gustav Mahler, Arnold Schönberg o Anton Webern. De hecho, a este último hemos de remitirnos, pues, tras una exploración de dicha concepción camerística en percusión, viento-madera y, especialmente, primeras cuerdas, brota en tales atriles lo que parece una passacaglia, sombría, como la weberniana, que confiere nuevas luces a lo que, inicialmente, era una partitura de vistoso cromatismo.
 
Da lugar, esta nueva reformulación, por parte de Barajas, de las formas clásicas, este nuevo mutatis mutandis, a una sección obscura y lenta en la parte central, más profusa en técnicas extendidas, pero sin perder nunca de vista la herencia de la armonía en las cuerdas: una base fundamental en la escritura de Fran Barajas para ir rearmando un nuevo bloque orquestal a tutti; de nuevo, profusamente rítmico, si bien ahora con una mayor heterogeneidad que la ofrecida en el comienzo de la obra, multiplicándose los colores hasta alcanzar un gran clímax en el que prima lo metálico, aunque con un uso de la percusión algo tópico.
 
Ello refuerza el carácter tan plural y episódico de Mutatis mutandis, una pieza cuyo final se construye como una inmensa melodía que va recorriendo la orquesta, de forma tierna y luminosa, destacando timbres en función de cada sección y atril al que dicha melodía llega, hasta que un dúo de primer violín y piano, primero, y un solo de piano, después, van esfumando, con luminosidad, la melodía, la armonía y el timbre, con un último ataque al piano deja en el aire una rúbrica perturbadora y disonante que nos hará reconcebir el recorrido melódico previo y su supuesta jovialidad, evidenciando capas armónicas que trabajaban en sentidos discrepantes. A evidenciar dichas mutaciones y dualismos ha ayudado una Orquestra de València nuevamente fantástica, así como un director, Nacho de Paz, de larga y reconocida trayectoria apoyando el talento de los jóvenes compositores desde un análisis riguroso y una puesta en valor de lo mejor de sus partituras, como ha sido el caso con la propuesta de Fran Barajas.
 
Tras el descanso, pudimos disfrutar del segundo estreno de la noche, Del vermell de l'agalla (2023), partitura para orquesta de Àngela Gómez. Sobre su estreno, nos dice la compositora valenciana que trabaja la idea del mosaico, convirtiéndose la orquesta en un conjunto de teselas sonoras gran diversidad en cuanto a colores. De este modo, Del vermell de l'agalla se emparentaría con el opus vermiculatum y su minuciosidad en el pequeño formato para dar forma, realces o sombras a las figuras, consiguiendo un mayor detalle expresivo.
 
Asimismo, nos dice Àngela Gómez que de la palabra «vermiculum» se deriva la importancia en la partitura del color rojo: el proceso orgánico de su formación en las plantas. Desde dichos planteamientos, «esta imagen del mosaico se toma como reflejo de la cultura de lo inmediato que está penetrando en todos los campos de la sociedad del siglo XXI, con su deseo constante de la gratificación instantánea que, de una forma u otra, salpica a todo el mundo. Con Del vermell de l'agalla se intenta transmitir la emoción de un instante, como un mosaico cambiante y heterogéneo».
 
Un planteamiento conceptual, por tanto, muy interesante, que se ha expresado a través de una obra que diría ya más madura que la de Fran Barajas, y en cuya audición resulta difícil no pensar tanto en la Notation II (1984) de Pierre Boulez como en los trabajos orquestales más polirrítmicos de Elliott Carter, por la unión de masividad y multiplicación tímbrica que Àngela Gómez nos ha ofrecido, con su profusión de mecanismos y golpeos orquestales, a modo de esas teselas que han resplandecido por toda la formación valenciana, como lo hacen en la cubierta del Palau de les Arts.
 
Este gran mosaico orquestal, debido a la continua recomposición de sus piezas en tamaños, colores y formas, vive una perpetua transformación musical, de refinada sutilidad, que muestra la buena mano para la orquestación de la compositora valenciana, convirtiéndose Del vermell de l'agalla en un perfecto preludio y puerta de acceso a la Tercera sinfonía de Witold Lutosławski.
 
Con ella, como con Lontano previamente, accedemos al territorio de lo sublime; máxime, si esta sinfonía se interpreta como la Orquestra de València y Nacho de Paz lo han hecho, remarcando su perfección técnica, su elegancia y la pervivencia en la misma de una tradición que De Paz ha dejado traslucir de forma encomiable, y eso que estamos ante una partitura de reconocida dificultad, ya no sólo por la labor de orfebrería que Lutosławski llevó a cabo al escribirla, sino por la complejidad de coordinar sus pasajes plenamente determinados con los de aleatoriedad controlada. Estos últimos, como los bucles y los anillos que se multiplican por doquier en la orquesta, han estado milimétricamente ajustados en sus prolijos constructos métricos, lo que vuelve a demostrar que el trabajo de ensayos ha tenido que ser concienzudo, como la comprensión de la lógica estructural de esta página, por parte de los profesores valencianos.
 
Se hace difícil destacar, entre semejante entramado tan bien engrasado, a alguna sección, pero no puedo dejar de referirme a la primorosa labor del viento-madera, tan importante en esta pieza para dar realces y conferir colores a las fases de disgregación de materiales entre las frases más agresivas desde las que nace la obra (y en la que se extingue, tras un viaje circular); así como a unas percusiones que alcanzan el rol de solistas en diversos compases, con un manejo de sus instrumentos que comporta no sólo lo rítmico, sino lo armónico (destacadamente, en las láminas), por lo que sus vínculos con vientos y cuerdas han hilvanado el tejido orquestal de un modo primoroso.
 
Así lo ha entendido el público de Ensems, aplaudiendo con fervor el que ha sido uno de los conciertos más destacados del festival valenciano, con dos estrenos que han apuntado muy buenas maneras y el disfrute de dos obras geniales rara vez escuchadas con tanta perfección a una orquesta española.
 

Las fotografías son de Festival Ensems - Contraventifusta.

 
© Paco Yáñez, octubre de 2023

 

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