ISSN 2605-2318

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«La nariz», esa ópera de ayer que es tan de hoy


28/03/2023

Una crítica de Ismael G.Cabral para El Compositor Habla



Madrid. Teatro Real. 27-03-2023. Shostakovich: La nariz. Martin Winkler, Alexander Tegila, Ania Jeruc, Andrei Popov, Dmitry Ivanchey, Agnes Zwierko, Iwona Sobotka, Margarita Negrasova, Simon Wilding, Milan Perisic, David Alegret, José Manuel Montero, Gerard Farreras, Ihor Voievodin, Isaac Galán, Anne Igartiburu. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Mark Wigglesworth, director. Barrie Kosky, director de escena (Johannes Stepanek, reposición). Nueva producción del Teatro Real, en colaboración con la Royal Opera House, la Komische Oper Berlin y la Ópera Australia.



¿Por qué nos impacta tanto La nariz de Shostakovich incluso aunque pese sobre ella una losa temporal de casi 100 años?, ¿por qué la ambición lírica del joven compositor a partir del relato de Nikolai Gogol nos parece hoy más radical, más lisérgica y mordaz que bastantes de las óperas que se estrenan?, ¿por qué sabemos que, por mucho que apreciemos el próximo título contemporáneo que presentará el Teatro Real, Nixon in China, de John Adams, esta Nariz se nos antoja más intransigente, más para oídos de hoy? Podemos recurrir, para contestar a estas impresiones, a la subjetividad del gusto (que también) pero hay algo más, y es que Shostakovich quiso ser un músico de su tiempo al concebirla, aspiró a amalgamar en una sola obra todo lo que sabía, todo el conocimiento musical que estaba a su alcance.

El compositor se ató a una obra fantástica, puede que hasta imposible operísticamente, para hacer una música de radical vanguardia en su época, antes de que todo aliento de modernidad comenzara a ser contumazmente demolido por los mismos que, al principio, hasta la alentaron. Esta Nariz suena tan despampanante, tan frenética, constructivista, maquinal, como la Sinfonía nº2 de Prokofiev, esa obra importantísima que se hace entre nunca y jamás. Si estrujamos las cócleas puede que hasta alcancemos a ver aquí y allá algo de futurismo. Unos años antes, en 1913, se había estrenado una curiosa ópera bufa, Victoria sobre el sol, dos únicas funciones con decorados y figurines de Kazimir Malévich y música de Mikail Mátiushin, en lengua záum y mezclada con un nuevo idioma (casi nada), una obra subversiva y fiera de la que nos queda hoy su libreto (editado en castellano por árdora ediciones). ¿Llegarían ecos de aquella pieza a Shostakovich? Probablemente, y algo de ella también iría a parar a la saca de La nariz.



El Teatro Real ha presentado (sigue haciéndolo hasta el 30 de marzo) una función, excúsese el maximalismo, sensacional. Porque además se ha hecho (casi) sin miedo (el casi es por la insulsa e innecesaria presencia de Anne Igartiburu como comentarista de la fábula durante un par de minutos en el escenario) proponiendo la puesta en escena cáustica y desopilante de Barrie Kosky, un creador de descacharrantes concepciones visuales bien curtido en ese templo operístico fabuloso y alumbrador de picantes registas como es la Komische Oper de Berlín. La historieta de esta andariega nariz que se independiza del rostro del funcionario Kovalyov es también la nuestra, como espectadores, que intentamos desentrañar esta irreverencia mordaz en la que caben esquejes de Alban Berg (en los desafiantes parlatos, en las oscuridades formalistas del tejido orquestal, de una tonalidad/atonalidad en permanente inestabilidad) e Igor Stravinski (en los estallidos de ritmos, en los encendidos colores tímbricos). Incluso nos planteamos qué fue antes, si el huevo o la gallina, con un interludio percusivo que nos recordó que, en aquel tiempo, minuto arriba o abajo, Edgar Varèse cocinaba su Ionisation, para 13 percusionistas.

En el foso Mark Wigglesworth hizo un extraordinario trabajo con la Orquesta del Teatro Real y no escatimó en mala idea con la batuta, realizó una lectura agria, también decibélica cuando correspondía, afilando las partes más urticantes de una obra de diversas costuras que él entiende como un título fundamental de la modernidad. En fin, algo muy similar a su ejemplar y recomendable integral sinfónica de Shostakovich en BIS. Martin Winkler se metió entre pecho y espalda un tour de force de canto como protagonista que tardaremos en olvidar. Cierto que su voz es gutural y su proyección no es la mayor posible, pero a cambio se adaptó a toda la panoplia de recursos (algunos directamente onomatopéyicos) del rol y lo defendió actoralmente hasta sus últimas consecuencias. El elenco, amplísimo y acorde con las decenas y decenas de pequeños personajes, contó también con los buenos tenores Vasily Efimov, Dmitri Popov y Dmitri Ivanchey que auparon el nivel canoro de la representación. Bien centrada la voz de Alexander Teliga, potente y ácida el canto de Ania Jeruc y elocuente la aportación del camaleónico José Manuel Montero.
 
©Ismael G. Cabral. Marzo 2023
 

Las fotografías son de Javier del Real y ha sido facilitadas por el Teatro Real.

Aquí tenéis todas la entrevistas, críticas y noticias de Ismael G. Cabral en la sección de Ismael en El Compositor Habla: Atelier de Músicas
 



Ismael G. Cabral es periodista musical y musicógrafo. Ha trabajado durante 16 años en la redacción del periódico sevillano El Correo de Andalucía. Actualmente, además de ser funcionario del Ministerio de Cultura del Gobierno de España, es colaborador especializado en música contemporánea en las revistas El Compositor Habla, Ópera Actual y Scherzo.







   

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