ISSN 2605-2318

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«Tres letras capitales para la música del siglo XX: La SWR en La Filarmónica»


17/02/2024

Una crítica de Ismael G. Cabral para El Compositor Habla



Madrid. 14-2-2024. Auditorio Nacional de Música. Beethoven: Sinfonía nº6 Op. 68 ‘Pastoral’. Stravinsky: La consagración de la primavera. Orquesta Sinfónica de SWR Stuttgart. Andrés Orozco-Estrada, director. Ciclo de La Filarmónica.

Si hay una orquesta en el mundo cuya mención sea sinónimo inmediato de música de los siglos XX y XXI esa es la Sinfónica de la Radio de la SWR de Stuttgart (hasta su fusión, Sinfónica de la SWR de Baden-Baden y Friburgo). Su presencia, año tras año, en festivales germanos de la relevancia del Donaueschinger Musiktage y Eclat constituyen solo la punta de lanza de una trayectoria histórica jalonada de encargos y de estrenos absolutos (en su temporada de abono) así como caracterizada por una dedicación sin igual a la música de la primera mitad del siglo XX. Por su podio han pasado los directores más especializados en creación actual (Rundel, Pomàrico, Brönnimann, Lubman, Asbury…), auténticos titanes del modernismo de comienzos del siglo pasado (Gielen, Cambreling, Zinmann, Nagano…) así como referenciales nombres de la dirección orquestal (Marriner, Celibidache, Boulez, Blomstedt, Rosbaud…) Además, en el pasado, la SWR de Stuttgart (cuando aún existía su orquesta vecina) contó durante una fructífera época (de la que nos queda un fabuloso legado discográfico) con Sir Roger Norrington, quien marcó su impronta en la interpretación del repertorio clásico y romántico forjando lo que aún se conoce como “sonido Stuttgart”.

 
«Y hoy, con el iconoclasta Teodor Currentzis como titular (ya de salida) y con el próximo aterrizaje de François-Xavier Roth, la Orquesta de la SWR sigue mostrando una salud extraordinaria que la convierte en un conjunto de absoluta referencia; muy por encima de tantas otras con más nombre y calado pero de erráticas deriva»












El ciclo de La Filarmónica tuvo a bien fichar para su paso por Madrid a la SWR, en breve gira por España, con un programa muy afín a un público considerablemente tradicional. En todo caso, y tras la escucha de La consagración de la primavera, de Stravinsky, pudo comprobarse una vez más que la fiereza de esta obra canónica concebida en 1913 sigue manteniéndose como el primer día. Habiendo superado el siglo de existencia y siendo ya una partitura de pleno repertorio es más que posible vaticinar que su impacto permanecerá intacto ante oídos de generaciones venideras, tal fue la capacidad visionaria del compositor ruso. La Orquesta de la SWR vino acompañada por el maestro colombiano Andrés Orozco-Estrada, quien en 2015 dejó fijada su impresión sobre esta música en un disco (en el sello Pentatone) acompañado de la Sinfónica de la Radio de Frankfurt.

Las constantes estéticas que plasmó en aquel álbum han sido ahora llevadas, con bastante fidelidad a la letra, a esta nueva recreación, nueve años después y con distinta orquesta.
Fue de este modo una interpretación de enorme flexibilidad, más convulsa que analítica, y en donde se primó la voluptuosidad por encima de la claridad textural. Ahora bien, Orozco-Estrada es un habilísimo director a la hora de dar pulcramente unas entradas y otras, con celeridad y exactitud, y esto hizo que la Sinfónica le entregara una respuesta plagada de solos muy destacados, que lograban izarse en medio del fragor orquestal. Contó además con unos metales de gran viveza que añadieron, si cabe, potencia por el lado más oscuro y mórbido de La consagración. En ese sentido la Tempestad de la primera parte y la Danza del sacrificio de la segunda adquirieron un tinte amenazante, de una estremecedora solemnidad. El primitivisimo stravinskiano alcanzó cotas de un paroxismo extremo, de un acelerado frenetismo en el Juego de las tribus rivales. La introducción a El sacrificio, donde en ocasiones directores y orquestas no saben qué hacer para mantener a flote su carácter gótico, fue bien entendida aquí, con una media voz acechante apuntalada por las sordinas de las trompetas.
 
«La SWR demostró su cátedra en este repertorio, estando notablemente acompañada por un maestro de la solvencia (si no de una apabullante personalidad) como Orozco-Estrada»








Con la Sexta Sinfonía de Beethoven llamó la atención la división de los contrabajos a izquierda y derecha y la recurrencia a una plantilla de cuerda excesivamente nutrida para los estándares de una (siempre deseada) tercera vía. No hubo tampoco trompas y trompetas naturales y la herencia de la escuela Norrington, tristemente, apenas se esbozó. Es cierto que el director hizo sonar la cuerda con gran flexibilidad y hubo ataques bien afilados, también que se limitó el vibrato, pero no se dio, por ejemplo la vivacidad que requería el segundo movimiento, Allegro, aunque sí gozamos de una curiosa excentricidad en la Tempestad, cuando toda la orquesta (director incluido) marcó los compases con patadas acompasadas sobre el suelo, tanto en la exposición como en la reexposición del tema. La Pastoral fluyó ejemplarmente en el Canto del quinto movimiento, bellamente luminoso, sin complicaciones ni brumas innecesarias. El esperado ‘sonido Stuttgart’ llegó con la propina, Nimrod, novena de las Variaciones Enigma, de Elgar, en la que la cuerda acarició la melodía con una levedad incandescente, resaltando la voz más elegiaca posible y culminando con una aportación del timbal ruda y contundente, soberbio contrapunto con el que concluyó el concierto.

 
© Ismael G. Cabral, febrero 2024
 
Las fotografías son de Rafa Martin son cortesía de y Marcos Amat Suqué de  www.lafilarmonica.es


 

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