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«Gratkowski, improvisaciones y cabras (con Joyce de invitado)»

26/04/2024

Una crítica de Ismael G. Cabral para El Compositor Habla.

 

FRANK GRATKOWSKI
Mature Hybird Talking
Ensemble Modern
World Edition WE0043

Libertad y disciplina convergen en la extensa Mature Hybird Talking, un supraorganismo en el que confluyen doce músicos, once del Ensemble Modern (en una curiosa configuración instrumental desprovista de percusión) y el propio compositor, Frank Gratkowski (1963), como flautista y saxofonista, también desde luego como espolea que canaliza e incita a esta gigante improvisación estructurada que es la única pieza (45’) del nuevo álbum (de extraña, rural y rumiante portada) del sello World Edition que edita la compositora María de Alvear.

Dedicada a Iannis Xenakis (en su reciente centenario) y a James Joyce, se diría que, muy libérrimamente, es el segundo quien está más presente (de una manera conceptual) en el devenir de esta partitura modular. Del primero, hurgando en las texturas de la propuesta de Gratkowski, encontraremos la afinidad por los metales abrasivos y por una continuidad pródiga en formulaciones complejas que, lejanamente, puede recordar ciertos pasajes de la más masiva y extensa Kraanerg. Del autor de Ulises, en cambio, la música adopta una expresividad que parece emanar de la lengua hablada, como si los instrumentos establecieran improbables y abstrusos diálogos. Pero se da también, y en ello mucho habrá de haber del escritor irlandés, una tendencia a lo acumulativo y a la disposición de un material heterogéneo en el que colisionan esquejes de un jazz más o menos escolástico, unísonos pirotécnicos, armonías reconocibles y explosivos contrastes entre instantes de reposo y fulgurantes e inopinadas arborescencias sónicas.

Gratkowski se toma el tiempo necesario para explorar todo el material que quiere presentar y aunque en su escucha hay menos novedad de la que anticipa el músico alemán el conglomerado se atiende con interés. En su hipertrofia modernista Mature Hybird Talking, contra todo pronóstico, no se aboca a una saturación constante y plantea aquí y allá secuencias sostenidas por uno o dos solistas (como las líneas puramente jazzísticas en torno al minuto 20’), especie de resuellos para que el ensemble vuelva a recargarse de una energía espástica (acuchillantes glissandos en las cuerdas, minuto 26’) que vocifera el carácter semi-improvisatorio de una pieza que bascula entre diversas líneas de fuga esgrimiendo casi siempre un intenso tono polifónico.

Ni siquiera en su tramo final, en el que por unos minutos los instrumentos parecen haber encontrado un punto de acuerdo (con frases afirmativas de cuerda y vientos) este verdaderamente se llega a alcanzar, con la trompeta y el trombón amagando con la fracturación de lo que se expone. Es justo reivindicar la defensa que de la pieza -a la que, por sus dificultades y extensión aventuramos un escueto recorrido concertístico- hacen los músicos del Modern, destacando al trompetista Sava Stoianov, el oboe de Christian Hommel y, desde luego, la aportación magmática del propio Frank Gratkowski.  

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