ISSN 2605-2318

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«Nixon in China, no tan minimalista, no tan atractiva»


27/04/2023

Una crítica de Ismael G. Cabral para El Compositor Habla



Madrid. Teatro Real. 24-04-2023. Adams: Nixon in China. Jacques Imbrailo, Leigh Melrose, Borja Quiza, Alfred Kim, Sarah Tynan, Audrey Luna. Sandra Ferrández, Gemma Coma-Alabert, Ekaterina Antípova. Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. Dirección musical: Olivia Lee-Gundermann. Director de escena: John Fulljames. Producción del Teatro Real en colaboración con la Den Kongelige Opera de Copenhague y la Scottish Opera.



El consenso es que Nixon in China es la ópera más minimalista del pocas veces minimalista John Adams (1947). Luego hay otro, que este es el título lírico de mayor fuste del norteamericano, afirmación que cae bien entre el público que sí gusta del repetitivismo norteamericano pero recela de la hipertrofia conservadora del Adams posterior (exacerbada en el oratorio El Niño). También hay una constatación, lo que tiene mucho más fortaleza que cualquier asenso ideologizado, este es un título que ha llamado a la puerta del repertorio y le han dejado pasar. Que se escucha, se programa y se aplaude. Lo que tratándose de una obra estrenada en 1987 entra dentro del terreno de la extrañeza. O no.

Adams en Nixon in China toma en consideración a sus colegas Steve Reich y Philip Glass ma non tanto. Están las fases, muy atravesadas por melodías, y hay patrones rítmicos concisos, claros, pero generalmente apabullados por una orquestación suntuosa en la que tan pronto atisbamos a Wagner en la pastosidad de los metales como a Bernstein en las aceleraciones sinfónicas más sincopadas. En lo vocal no hay atisbo de cariño por lo silábico, lo reiterativo, hallamos un libreto masivo, tan inteligente literariamente como poco audaz operísticamente, de Alice Goodman, junto a un tratamiento vocal en el que nuevamente restalla la tradición vocal de la ópera norteamericana de adscripción estética decimonónica, se piensa en Vanessa, de Barber, en Candide de Bernstein.
Parece claro que Nixon in China, con su coyuntural y noticiosa peripecia, con su épica coral y sus momentos de distracción a lo music hall, ha orillado la vindicación minimalista que en su día hicieron títulos como Einstein on the beach (Glass) o incluso la mucho más reciente Three tales (Reich), obras heterogéneas y recalcitrantemente vivas que ni siquiera tenían demasiado consigo la idea de ser óperas. Que el Teatro Real decidiera presentarla en esta temporada no deja de ser un hecho plausible, no se lo escatimaremos aunque, como ya anticipábamos, es singular que una ópera como La nariz, de Shostakovich, recientemente programada por el coliseo, con su herencia soviética y su mirada esquiva al futurismo, suscite más agitación auditiva que el muy mullido fresco sinfónico/coral de Nixon in China.



La dirección escénica de John Fulljames viene a tono con lo narrado, no es esta una obra en la que los montajes predecesores se alejaran en demasía de la traslación visual de lo contado, algo por otra parte lógico tratándose de una ópera periodística. Hay una escenografía de considerable movilidad, un buen y vistoso uso de los vídeos y sus correspondientes proyecciones aquí y allá, y un tono que retrata bien a los burócratas, de un lado y de otro, que circundan a los dos protagonistas. Se rehúye cualquier tentación de apabullar, acaso como magnetizado por el tono camerístico del tercer acto, la producción apaga la fortaleza del coro The peoples are the heroes now oscureciendo la escena y la famosa instantánea del aterrizaje del avión es circunscrita a una edición de vídeo.
Sí que poseen estas funciones una ejemplar dirección de actores, que tiene muy en cuenta la movilidad de estos por el escenario incluso en los momentos más populosos, y una dramaturgia que toma muy en cuenta el guion, por lo que todo lo que se nos dice y se nos canta encuentra un correlato directo al mirar la acción. La directora Olivia Lee-Gundermann, que tiene fresca la obra, la abordó con pulcritud pidiendo quizás más de lo que la Orquesta Titular del Teatro Real pudo entregarle en un primer acto donde debía batirse el cobre, y cuyos profesores abordaron con pies de plomo pese a los excesos dancísticos de los brazos de la maestra. Mucho mejor el segundo y, de manera fácilmente advertible, un tercer acto en el que, sin embargo, a la orquesta Adams le pide mucho menos. Los cantantes, no sometidos a delirios virtuosos, cumplieron con sus respectivos papeles sin acusar tiranteces que es lo que más puede lastrar la escritura vocal de la obra. Alfred Kim fue un Mao de buena vocalidad, proyección incombustible y fino legato pese a su veteranía. Intachable el Nixon de Leigh Melrose, barítono muy controlado aquí, nada engolado (algo en lo que fácilmente cae esta cuerda), con una voz que corrió con naturalidad durante todas sus largas aportaciones. Jacques Imbrailo  (Chou En-Lai) demostró su potencia para mimetizarse en su papel y Sarah Tynan (Pat Nixon) y Audrey Luna (Madame Tse-Tung) cantaron con puccinianas maneras, arrobadas y con cierto fervor lírico (Luna despachó sus sobreaguados pese a una indisposición en días previos). A buen nivel el resto del elenco, desde luego también el Coro del Teatro Real.
 

Las fotografías son de Camilla Winther de la Royal Danish Opera y han sido facilitadas por el Teatro Real.

Aquí tenéis todas la entrevistas, críticas y noticias de Ismael G. Cabral en la sección de Ismael en El Compositor Habla: Atelier de Músicas



 
 



Ismael G. Cabral es periodista musical y musicógrafo. Ha trabajado durante 16 años en la redacción del periódico sevillano El Correo de Andalucía. Actualmente, además de ser funcionario del Ministerio de Cultura del Gobierno de España, es colaborador especializado en música contemporánea en las revistas El Compositor Habla, Ópera Actual y Scherzo.


 

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