ISSN 2605-2318

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«Kopatchinskaja, una tercera vez no basta»


26/10/2023

Una crítica de Ismael G. Cabral para El Compositor Habla




Madrid. 25-10-2023. Auditorio Nacional de Música. Bartók: Divertimento para cuerdas, Sz. 113. Say: Mil y una noches en el harén, concierto para violín Op. 25. Beethoven: Sinfonía nº7, Op. 92. Patricia Kopatchinskaja, violín. London Symphony Orchestra. Sir Antonio Pappano, director. Concierto inaugural de la temporada 23/24 de Ibermúsica.

La Orquesta Sinfónica de Londres vive tiempos convulsos y la situación cultural de la capital del Reino Unido tampoco es actualmente la mejor, como razona y considera el crítico Norman Lebrecht en un reciente artículo titulado Requiem for London’s music. Frente a las dos urbes titanes que siguen siendo París y Berlín, la city languidece en comparación con sus muchos buenos años vividos atrás en el sector que aquí nos atañe. Ello no obsta para que uno de sus principales buques insignia, la LSO, continúe ahora a las órdenes de Sir Antonio Pappano (director principal a partir de septiembre de 2024) reivindicándose (por calidad y también por capacidad de reinvención) como una de las grandes orquestas del viejo continente.



Así lo puso de manifiesto en este concierto inaugural de la nueva temporada en Madrid de Ibermúsica, ya desde la escucha inicial de la sección de cuerdas que montó el Divertimento de Bartók, partitura con la que el director dibujó una versión muy ceniza, francamente malhumorada, en la que puso especial énfasis en los solistas de cada sección, destacando especialmente en el grisáceo Molto Adagio casi como si se tratara de un concierto para cuarteto y orquesta. No fue esta una lectura descafeinada ni precisamente meliflua (y es fácil caer en la tentación con esta obra en concreto); Pappano le otorgó una subrayada importancia, dominando el fraseo y articulándola de manera quebradiza, remarcando sus contornos más modernistas.

Es la tercera vez que se asoma en el curso de este año natural Patricia Kopatchinskaja a la cartelera madrileña. De sus dos ocasiones previas hemos dejado constancia (aquí, en Ibermúsica, con el Concierto para violín de Stravinski, y aquí, a dúo con Fazil Say dentro del ciclo del CNDM). Regresaba ahora con una obra que ella misma ha llevado al disco y que conectaba con su anterior comparecencia, toda vez que presentaba el concierto para violín Mil y una noches en el harén, de Fazil Say (1970). La moldava, que está a punto de estrenar una nueva creación de Aureliano Cattaneo, y que tiene en su historial el alumbramiento de obras de compositores como Hersch, Coll, Eötvös, Mansurian, Francesconi y Popovici, entre otros, continúa paseando cuando tiene oportunidad la partitura de Say. Una página que poco tiene que ver con las músicas, por lo general, más arriesgadas estéticamente que habitúa a defender.

Para lo anterior hay una razón que abole cualquier duda; hay buena música en los pentagramas del músico turco y, sobre todo, al margen de otros posicionamientos, su concierto funciona.

 
«Es vistoso, da margen al lucimiento de solista y orquesta, esparce unas cuantas melodías de pegamento cinematográfico (…ese pasaje de densos armónicos y melodía pastosa a lo Williams…) y sintetiza el tono exotista, orientalizante, sin caer en un pintoresquismo demasiado burdo»











Kopatchinskaja compartió protagonismo con percusiones turcas y del norte de África (como el bendir y la darbuka); estas llevan de la mano toda la obra, marcan el patrón rítmico y espolean al resto. Pappano se la tomó con mucho esmero y los profesores de la LSO parecieron disfrutar por igual. Aunque quien tuvo que negociar verdaderamente con la misma fue la violinista; porque Say se lo pone ferozmente difícil, con variaciones, estallidos, momentos de lirismo, afilados trinos, armonizaciones exógenas, golpes del arco sobre la madera, agilidades endiabladas, sonidos susurrados y una panoplia de colores (algunos, muy bartokianos) no a la mano de cualquiera. Y a pesar de la manera de hacer suya la música, mediante el movimiento y la gestualidad, Kopatchinskaja, si tomamos en cuenta la grabación que ella mismo realizó, se toma lo demandado al pie de la letra; dejando las decisiones más personales para las obras de repertorio que acomete en las que siente la necesidad de marcar su impronta. Terminó con una propina que pone demasiado a menudo en el atril introduciéndola con un “¿Les da miedo la música contemporánea?”. Interpretó entonces Crin, de Jorge Sánchez-Chiong, que en minuto y medio sintetiza decenas de tics de la música de vanguardia más desaforada. Sin contexto y de este modo, la humorada parece un tanto gratuita, sobre todo cuando se ofrece ante un público eminentemente conservador como el de este ciclo.

Con la Séptima de Beethoven hay que agradecerle a Pappano que optara por un camino no oficial para una formación como la London Symphony. En detalle, la cuerda limitó el vibrato, el timbal se tocó con baquetas duras y las dinámicas fueron acortadas en favor de un ritmo convulso, incluso áspero en algunos pasajes de los metales. A la vez, toda la interpretación estuvo magnetizada por una energía casi motora y unas aceleraciones que se hicieron vertiginosas especialmente en el movimiento que concluye la obra. La madera fue dúctil y el empaste entre unas familias y otras, intachable.



Las fotos son de Rafa Martín Ibermúsica y has sido facilitadas por el CNDM

 
Ismael G. Cabral. Octubre 2023
 
 

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